martes, 18 de junio de 2013

Retratos en miniatura, de Lytton Strachey


La vida extravagante de Lytton Strachey ha hecho que se convierta en uno de esos escritores casi más famosos por su propia biografía que por sus libros. De hecho, aparte de por Victorianos eminentes, hoy apenas es reconocido más allá que como perteneciente al Círculo de Bloomsbury. Sin embargo, la lectura de Retratos en miniatura demuestra que se trata de un autor que todavía se lee con gusto. Su estilo mezcla una ligereza deliciosa con una visión más penetrante de lo que pudiera parecer en un primer acercamiento.

Al hablar de John Aubrey, Strachey dice que “Una biografía debería ser tan larga como la de Boswell o tan breve con las suyas (…). Es mejor prescindir de los tamaños intermedios, son preferibles las esencias puras: una imagen nítida, sin explicaciones, transiciones, comentarios ni verborreas”. Está claro a quién se está refiriendo Strachey en realidad.



Y, precisamente cuando habla de James Boswell, Strachey desliza otra clave de su manera de entender el arte de la biografía: “Sería difícil encontrar una refutación más contundente de las lecciones de moralidad barata que la biografía de Boswell. Uno de los éxitos más notables de la historia de la civilización lo logró una persona que era un vago, un lascivo, un borracho y un esnob”. En la línea de Edith Sitwell y su Excéntricos ingleses, Strachey no se centra en las grandes figuras de la historia, sino en personajes peculiares y a menudo marginales, que a su modo, y al entender de Strachey, resumen el carácter de una época.

Muchas veces estos personajes son totalmente desconocidos para el lector español, pero eso no es un problema, pues tampoco es que el lector inglés esté familiarizado con ellos. Por eso no es tan extraño que la segunda parte de Retratos en miniatura esté dedicado a seis historiadores. Porque para Strachey la Historia, al no ser una ciencia, debe ser un arte. Y como artistas trata a Hume o Gibbon. Lo importante no es lo que cuentan, sino cómo lo hacen y cómo hablan de sí mismos en su obra. Después de todo, Strachey es la demostración de que al final eso es lo que cuenta.

Editorial Valdemar
Traducción, prólogo y notas de Dámaso López García


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