Quizá el mayor
misterio de La señorita Pym dispone sería identificar a qué género
pertenece. Porque, pese a las apariencias, sería equívoco
inscribirla como novela de detectives: el crimen, que inevitablemente
tiene lugar, no sucede hasta bien entrada la novela; y la
investigación posterior apenas merece tal nombre. Ni sospechosos, ni
pistas a seguir, ni interrogatorios. Y aunque Josephine Tey se
permite un guiño final, está claro que el juego intelectual que
suele proponer una novela de misterio clásico no está entre sus
prioridades.
En realidad, sin
necesidad de forzar mucho las interpretaciones, se podría considerar
La señorita Pym dispone como un libro teológico. Ya desde su
título, de reminiscencias bíblicas, Tey parece proponer un sistema
de referencias en el que el habitual papel del escritor como deus
ex machina se traslada a su protagonista, situada en una posición
en la que puede jugar a ser dios y decidir sobre el destino de
quienes la rodean. Como era de esperar, el experimento le saldrá
fatal: mejor controlar las ambiciones.
Y precisamente
lo mismo se podría decir de Tey: ¿cómo se atreve a impregnar una
novela de entretenimiento con cuestiones tan trascendentes? O peca de
banalidad o de pomposidad, se diría. Y sin embargo, es suficiente un
repaso a algunas de las mejores obras del género para descubrir que,
aunque seguramente no de manera tan explícita, siempre hay en ellas
un poso de profundidad que excede los límites de la simple lectura
como pasatiempo. La responsabilidad moral, los límites entre
justicia y ley o la asunción de las consecuencias de los propios
actos son temas que de tan reiterados se han convertido en marcas del
género.
De hecho, La
señorita Pym dispone recuerda mucho a Los secretos de Oxford,
la fantástica novela que Dorothy L. Sayers escribió una década
antes. Comparten el mismo ambiente (una exclusiva escuela femenina),
la misma dilatación del misterio, el mismo tono entre evocador y
turbio. También Tey recurre a menudo al humor y a la descripción de
caracteres extravagantes para dar colorido a su historia. Y, al igual que Sayers, demuestra cómo salir airosa de una combinación tan
peligrosa como la que plantea. Ella sí es un dios omnipotente en su
mundo.
Editorial
Hoja de Lata
Traducción
de Pablo González-Nuevo
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