viernes, 18 de julio de 2014

Crónica literaria, de Edmundo Wilson


Desde el inicio de Crónica literaria se percibe que Edmund Wilson va a arremeter con toda su artillería: ni tan siquiera F. Scott Fitzgerald, estrella rutilante del momento y con el que Wilson mantenía una relación personal desde sus tiempos universitarios, se libra de un desmontaje despiadado por parte de quien fue considerado como el más influyente crítico norteamericano de la época. Poco más tarde, Wilson completará su acoso y derribo con una parodia del estilo pretencioso y vacuo del autor y la rememoración de una fiesta en la que Fitzgerald muestra toda su superficialidad.

En el resto del libro, un repaso literario por los años 20, 30 y 40, Wilson prosigue con su tarea de demolición, de la que no quedarán a salvo ni Kafka, ni Oscar Wilde y ni tan siquiera Tolstoi. Si Wilson es capaz de encontrar defectos a Guerra y paz, es que ningún autor puede estar tranquilo. También es cierto que en cada caso encuentra algún aspecto a valorar. Por seguir con Fitzgerald, admite que cada nueva obra suya es muchísimo mejor que la anterior: sus aguijones deberían verse, pues, como estímulos para continuar la progresión.




Porque el estilo de Wilson no es como el de estos críticos que se regocijan en el ataque gratuito y buscan puntos débiles personales. Sus comentarios siempre son razonados (se compartan o no), sus apuntes son agudos y sus reflexiones merecen consideración. Y sus fobias no entienden de clasificaciones ni de cánones: puede desacreditar tanto la pedantería de Ezra Pound como la última moda editorial. Wilson tiene un punto de soberbia, pero por suerte también mantiene la modestia necesaria como para admitir la posibilidad de estar equivocado.

Aparte de disfrutar con esta mirada diferente y desafiante hacia autores que se suelen considerar como intocables, el lector de Crónica literaria también descubrirá que algunos tópicos del mundo de las letras tienen una larga tradición. Así, Wilson describe la novela romántica perfecta (y detestable) de tal manera que podría concordar punto por punto con cualquier guía actual. Wilson también siente un rechazo visceral hacia la novela policíaca, en la que no ve más que fórmula y manierismo. Eso sí, encuentra el motivo que explica la popularidad del género. Pero, para honrar su tradición, no lo desvelaremos.

Editorial Barral
Traducción de Manuel Reguera

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