martes, 14 de octubre de 2014

La anciana señora Webster, de Caroline Blackwood


La literatura inglesa parece formada por un estrecho círculo de autores en el que todos se conocen. Esto se transluce no solo en un aire de familia que hace que el aficionado reconozca a la perfección modos y maneras, sino que daría pie a toda una genealogía de personajes que, bajo diferentes nombres, aparecieran en la obra de una docena de autores. Desde los jóvenes brillantes de los años 20 hasta los jóvenes airados de los años 60 hay un cambio de perspectiva espectacular, pero los grandes narradores, como las grandes familias, permanecen.

CarolineBlackwood (Lady) podría conectar por sí misma a gran parte de aristocracia británica y del mundo cultural, tanto por su pedigrí familiar como por sus relaciones sentimentales. Por eso es una suerte que no se dedicará solo a vivir una existencia de privilegios (aunque también con sus dramas) y que se decidiera a producir una obra tan perversa y encantadora como las personas a las que estaba acostumbrada a tratar.




En La anciana señora Webster al parecer Blackwood no se alejó demasiado de sus experiencias familiares, aunque los personajes que retrata son tan estrambóticos que parece imposible que sigan un molde real. El estilo de Blackwood puede parecer desmañado, el libro carecer de una estructura firme, algunas decisiones solo se justifican por el capricho, pero el lector se lo pasa tan bien asistiendo a esta presentación de tarados (en el mejor sentido), que no le importan sus debilidades narrativas.

Como en la mejor tradición inglesa, el libro presenta las escenas más terribles desde la perspectiva del humor. Aquí hay seres monstruosos (la bisabuela maniática y distante), trágicos (la tía frívola y depresiva) y conmovedores (la abuela trastornada), lo que bien podría dar para un dramón. Pero Blackwood prefiere aportar una perspectiva irónica, la de esa niña perdida que va creciendo mientras buscar resolver algunos misterios pendientes. Es una visión teñida de nostalgia y desde ese distanciamiento que hace a la clase alta británica tan autoconsciente.

Editorial Alba
Traducción de Celia Montolío

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