jueves, 9 de enero de 2014

Lenguaje y silencio, de George Steiner


La crítica literaria es una disciplina excéntrica. A poca gente más allá de los directamente implicados les interesa, y en la mayoría de las ocasiones queda todavía más rápidamente olvidada que las propias obras reseñadas. Por eso, para alcanzar un estatus de respetabilidad y convertirse en una referencia ineludible, hay que tener una perspicacia y un talento fuera de lo normal. El propio George Steiner asegura que el crítico Edmund Wilson era el mejor escritor de su generación. Más allá de corporativismos, algo similar se podría decir de Steiner.

Porque la escritura de Steiner destaca en algo no precisamente común en la crítica académica: la claridad. Sus exposiciones son sencillas, llenas de referencias y erudición, pero accesible para cualquier lector interesado en penetrar en las profundidades de la creación literaria. Su utilización de la lengua es siempre precisa y sus argumentos se siguen con fluidez. Como es difícil definir en qué consiste la “buena escritura” lo mejor es recurrir a ejemplos: Steiner es uno de los más destacados.




Los ensayos recogidos en Lenguaje y silencio se remontan a los años 60, por lo que el peligro de caducidad del que hablábamos es patente. Sin embargo, hoy en día mantienen su vigencia y se pueden seguir leyendo con el mismo interés. Ya sea a través de comparaciones de traducciones o de la influencia de la música en la narración escrita, Steiner siempre descubre algo que se nos había pasado por alto y que enriquece nuestro conocimiento. Quizá el último apartado, dedicado a la crítica marxista, es el más afectado por el paso del tiempo, pero aún así contiene hallazgos y esclarecimientos que siguen siendo válidos.

Donde más sagaz y revelador se muestra Steiner es cuando se pregunta por la humanidad del humanismo. Para qué sirve el arte si el Holocausto demostró que las personas más cultivadas pueden ser capaces de las mayores atrocidades. Steiner sostiene que la crítica literaria no debe limitarse a la valoración, siempre discutible, de los textos, sino que tiene que preocuparse por su implicación en la vida real, debe desenmascarar el uso manipulador del lenguaje por parte del poder y tratar de poner en perspectiva el papel de los intelectuales en la sociedad. Una tarea que hoy es más perentoria que nunca.

Editorial Gedisa
Traducción de Miguel Ultorio, Tomás Fernández Aúz y Beatriz Eguibar

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