viernes, 14 de marzo de 2014

La cena, de Herman Koch

 

El inicio de Anna Karenina debe de ser una de las frases más citadas en la literatura contemporánea (“Todas las familias felices se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera”). Más allá de lo que pueda tener de certera o brillante, lo cierto es que da pie a muchas historias, y en una literatura que tiene a la familia como uno de sus principales temas, no parece una mala invocación. Paul, el protagonista de La cena, no deja de repetir la idea de que la suya es una familia feliz. Al principio pensamos que es una manera de autoengaño, de intentar simular que todo va bien mientras el barco se hunde. Pero una interpretación más cínica concluiría que Paul tiene razón, que su familia es bastante feliz.

Este despiadado libro de Herman Koch se podría ver también como una versión radical y sangrienta de Un dios salvaje, la obra de teatro de Yasmina Reza. Dos hermanos y sus mujeres se reúnen a cenar para discutir un tema importante relativo a sus hijos. Paul, que cuenta la historia, parece un tipo simpático, irónico, lúcido. Su hermano, un destacado político holandés, es presentado como un zafio y pretencioso bobo. Pero poco a poco iremos sabiendo que la voz de Paul no es en absoluto imparcial. Ni equilibrada.



La novela se desarrolla hacia atrás. Si la cena sirve como espacio catárquico, como lugar para hablar del elefante en la habitación, a través de los recuerdos de Paul vamos descubriendo la suciedad que esta familia esconde debajo de la alfombra. También es habitual en la narrativa actual la metáfora de los escenarios impolutos (en este caso el restaurante de gran clase), que deslumbran a la vista para ocultar la putrefacción de una sociedad decadente y amoral.

Koch tiene que lidiar con el tratamiento de “grandes temas”, como la violencia juvenil, la educación o las enfermedades mentales, que además tienen una peligrosa vertiente sensacionalista, sin caer precisamente en el morbo o en la superioridad moral. Y por eso decide que su narrador sea Paul, tan atractivo y tan repugnante, tan impulsivo como perdido. Al final el lector quedará espantado y sobresaltado, pero eso es solo el primer paso. Después llegará el momento de las preguntas incómodas.

Editorial Salamandra
Traducción de Marta Arguilé Bernal

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