jueves, 20 de marzo de 2014

Roscoe, negocios de amor y guerra, de William Kennedy


Aunque la acción de Roscoe, negocios de amor y guerra se desarrolla a mediados de los años 40 en Albany, la capital del estado de Nueva York, para el lector español su inicio puede parecer puramente costumbrista: un empresario entrega su comisión al representante local del partido, quien lo esconde a buen resguardo de posible investigaciones. El aparato político que describe William Kennedy es sucio, corrupto, depravado. Y todo está narrado con la mayor naturalidad.

Otra referencia clara que le puede venir a la cabeza al lector es Boardwalk Empire. Roscoe parece un reflejo de Nucky Thompson, un político a la sombra que en realidad maneja todos los negocios sucios del partido (en este caso, el Demócrata): prostitución, distribución ilegal de alcohol, apuestas: pocos crímenes le son ajenos. Incluso, como en la serie, su hermano es el jefe de la policía local.




Pero Roscoe no es solo la historia de una maquinaría tan corrupta como eficaz, también es la historia personal y trágica de este hombre que llevado por las circunstancias ha tenido que hacer siempre lo que menos le gustaba, aunque lo ha hecho como todo un profesional. Kennedy tiene un bagaje periodístico (palpable) y una larga carrera como novelista que se manifiesta en un control absoluto de los tiempos narrativos, que se van mezclando con fluidez. También es capaz de convertir a ese ser despreciable y manipulador que es Roscoe en una especie de héroe griego.

Al igual que en Tallo de hierro, también perteneciente a su serie de Albany, Kennedy combina un naturalismo que no se ahorra detalles macabros, con una serie de referencias sobrenaturales en principio desconcertantes, pero que acaban por integrarse con sutileza. Al final lo que queda es una historia de éxito tras éxito hasta el derrumbe postrero.

Editorial Libros del Asteroide
Traducción de Jordi Fibla

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