lunes, 25 de agosto de 2014

La cena de los notables, de Constantino Bértolo


En una escena de Mil veces buenas noches, unos padres critican a una maestra por intentar inculcar responsabilidad a sus hijos de ocho años, a lo que Rebecca, la comprometida fotógrafa de guerra interpretada por Juliette Binoche, replica que precisamente eso es lo que deben hacer los maestros, educar. Esta misma ideología tan pasada de moda es la que expresa Constantino Bértolo a lo largo de La cena de los notables, donde reivindica para la literatura un papel que vaya más allá del simple entretenimiento. La literatura debe atreverse a traspasar las fronteras del convencionalismo e implicarse de manera directa en la realidad social.

La responsabilidad empieza, obviamente, en el propio escritor, que puede optar por ceñirse a las normas del mercado y repetir las viejas fórmulas ya gastadas pero de inexorable permanencia, refugiándose en conceptos como “oficio” o “técnica”; o arriesgar atacando a la contra, saltándose las restricciones de lo que se podría llamar “literatura de salón” y encaminarse hacía territorios más personales y a la vez con una repercusión política, lo que por otra parte sin duda facilitaría su estancamiento en la marginalidad y la irrelevancia: siempre se trata de una decisión difícil y que supone concesiones.




También el lector debe ser responsable en su tarea. Es común escuchar a lectores que dicen buscar solo pasar un rato, evadirse, evitar los libros que les hagan pensar (aunque esto no se diga de manera tan cruda). Quizá Bértolo es demasiado tajante, pues también debe haber espacio para la literatura más ligera, pero descartar por principio la literatura “seria” supone un empobrecimiento que convierte la lectura en un ejercicio no más noble que otros considerados en general como degradantes y vulgares.

Por último, en este pacto de responsabilidad el crítico tiene la tarea más discutible. Es el “aduanero” que decide qué es realmente buena literatura. Pero apenas quedan exponentes de críticos con verdadero criterio, formación y credibilidad. Pocas son las voces que se alcen contra el consenso que hace que traguemos con la ideología dominante como si fuera la única posible y que convierte los libros en serie en los únicos realmente válidos (los demás son para raritos o desfasados). Por eso la obsolescencia de Bértolo se hace imperativa, porque necesitamos que nos recuerden el valor de la disidencia.

Editorial Periférica

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