martes, 30 de junio de 2015

Viajes con Charley, de John Steinbeck


Puede que en algún momento la reputación de John Steinbeck estuviera por encima de su verdadera talla literaria (Buñuel ponía como ejemplo que tuviera el premio Nobel para denunciar el expansionismo cultural yanqui, ya que le consideraba un escritor de tercera), pero lo cierto es que todavía hoy sus libros siguen sirviendo para configurar la imagen que se tiene de los Estados Unidos, y aunque solo fuera por su valor testimonial, títulos como Las uvas de la ira mantienen una fuerza innegable.

En Viajes con Charley en busca de Estados Unidos Steinbeck se propuso volver a estar en contacto con las gentes de un país tan extenso y extraordinario como el suyo, a tomar el pulso, como dirían los políticos. Precisamente, Steinbeck había realizado un experimento similar veinticinco años atrás, cuando Roosevelt empezaba a impulsar una nueva política que cambiaría de arriba abajo el país. Un cuarto de siglo después, en vísperas de la llegada al poder de Kennedy, Steinbeck sentía que necesitaba volver a conocer la vida de la gente normal, si no por otra cosa, como obligación de todo escritor que se precie.



Pero más allá de estos buenos propósitos, Steinbeck también sentía la necesidad física de, ahora como dirían los músicos, regresar a la carretera. Aunque no lo cuente en el libro, Steinbeck se sabía enfermo y pensó que era su última oportunidad para, de alguna manera, volver a sentirse vivo. Por eso el resultado final de Viajes con Charley no es un estudio pretencioso, un intento sobredimensionado de captar “la esencia” del país, sino un paseo despreocupado en el que se va encontrando a personas singulares (como todas) y paisajes de una trascendencia metafísica.

Al parecer no todo lo contado en Viajes con Charley es rigurosamente cierto, por decirlo suavemente. Pero en esta ocasión podemos tener manga ancha con Steinbeck, pues está claro que el libro no pretende ser un compendio fidedigno sobre la verdadera América, sino una recolección de vivencias personales que el autor se podía permitir reelaborar. Lo que queda es un simpático recorrido por un país en perpetuo movimiento y cambio que está a punto de experimentar una de las transformaciones más radicales de su historia. Y Steinbeck estaba allí para certificarlo.

Editorial Nórdica

Traducción de José Manuel Álvarez Flórez

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