miércoles, 8 de julio de 2015

Un espía entre amigos, de Ben Macintyre


Si la dualidad es por definición una de las características de cualquier espía, en el caso de Kim Philby su doble faceta (o fachada, o rostro, o personalidad) adquirió unas proporciones patológicas. En Un espía entre amigos Ben Macintyre insiste una y otra vez en lo “muy inglés”, casi hasta lo paródico, que era Philby, y sin embargo fue quizá el mayor traidor de la historia de Gran Bretaña. Pero es que la transgresión de Philby no se quedó en eso, sino que también traicionó a sus amigos.

Según el relato de Macintyre, los servicios de espionaje británicos, en especial el MI6, encargado de la inteligencia exterior, eran algo así como un elegante club de caballeros, en el que se entraba por recomendación y en el que todos se consideraban pertenecientes a un exclusivo círculo de personas de bien. Por eso, pese a las abrumadoras pruebas que ya desde muy pronto empezaron a señalar a Philby como posible infiltrado comunista, para sus colegas era sencillamente inconcebible que un buen inglés como él pudiera ser un agente soviético, en qué cabeza cabe.

Pero para conseguir esta adhesión incondicional Philby no se valió solo del prestigio de su buena cuna, sino que también ejerció como excelente espía, irónicamente además como maestro de espías. Aunque quizá eso era lo de menos, después de todo sus presuntos logros eran enseguida saboteados por él mismo en su papel de doble agente. La verdadera clave de su éxito era el encanto, su don de gentes, el hacerse con la simpatía de los demás, lo que le propiciaba a la vez acceso a sus secretos e inmunidad ante cualquier sombra de sospecha.




Macintyre no se centra solo en Philby, sino que también hace un dibujo bastante completo de su gran amigo Nicholas Elliott, otro espía que en una novela parecería demasiado esquemático y predecible, pero es que era así, o de James Jesus Angleton, un tan exitoso como poco avispado espía que se convertiría en baluarte de la CIA. También aparecen otros espías del círculo de Cambridge, los contactos soviéticos, el famoso Cicerón de Estambul... Como una poblada novela de intriga y aventuras, Un espía entre amigos se convierte en un repaso trepidante a casi treinta años de espionaje.

Pese a que Macintyre plantea un retrato personal y cercano de Philby, es imposible penetrar en su verdadero ser. Un privilegiado como él, educado en las más rancias costumbres de la clase alta británica, rodeado de personas tradicionales y convencionales, que ni tan siquiera parecía tener una comprensión muy profunda en cuestiones políticas, que decide no solo dedicar su vida a unos ideales que en principio le son tan ajenos, sino que en el camino deja una estela de traiciones y muertes. Y que era capaz de salirse con la suya y de mentir a todos sus familiares y amigos sin dificultad ni arrepentimientos. Si no fuera tan despreciable, incluso se le podría admirar.

Editorial Crítica

Traducción de David Paradela López

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