martes, 13 de octubre de 2015

El muñeco de nieve, de Jo Nesbø


En El muñeco de nieve Harry Hole tiene que enfrentarse a un asesino en serie que parece ir siempre un paso por delante de él, como si supiera cuáles van a ser sus movimientos incluso antes que él mismo haya decidido qué camino tomar. De la misma manera, Jo Nesbø siempre adivina por dónde van a ir los pensamientos del lector, adelantándose a sus conclusiones y jugando con él con un sadismo solo un poco menos cruel que el de un criminal.

En realidad la identidad del asesino puede no suponer una sorpresa absoluta, pero eso no es lo importante para Nesbø. El argumento de El muñeco de nieve es tan enrevesado (y a la vez coherente) que lo más interesante son los meandros, las cataratas, los rápidos por los que el autor hace conducir la trama hasta llegar a su incontrolado final. A mitad de la novela puede parecer que todo está ya más o menos resuelto, pero lo que falta no será en absoluto de relleno, sino una apabullante sucesión de escenas electrificantes.




Para algunos teóricos que desdeñan la literatura “que atrapa al lector”, Nesbø podría ser el epítome de un tipo de género menor. Pero que lo intenten. Conseguir mantener al lector siempre alerta, con la necesidad de no perderse ningún detalle bajo pena de obviar elementos claves, no es un logro baladí. Las últimas cincuenta páginas de El muñeco de nieve son una prueba palpable de esta habilidad: como si de una película trepidante se tratara, el lector tiene que acelerar su lectura y a la vez tratar de no precipitarse hasta llegar a la conclusión. Y es que, además, sabemos que con Nesbø no todo es predecible, que el final feliz no está en absoluto garantizado.

Otro elemento que convierte los libros de Nesbø en un ejercicio intelectual de primera categoría es la satisfacción de ver cómo todos los elementos encajan. Si de algo puede estar seguro el lector es de que no hay ningún ingrediente gratuito: si aparecen unos zapatos de patinaje, es que tendrán su papel, si se encuentran unos cartuchos en un cajón, también tendrán su relevancia. Y el lector, para disfrutar plenamente del libro, tendrá que acompañar a Hole en su investigación, sin descanso y sin dar nada por sabido.

Editorial RBA

Traducción de Carmen Montes y Ada Berntsen

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