viernes, 23 de mayo de 2014

Belleza compulsiva, de Hal Foster


Nos da la impresión de que a menudo se toma el surrealismo demasiado en serio. Al fin y al cabo, este movimiento tuvo uno de sus fuertes en la desmitificación de la historia del arte, casi en los límites de lo paródico. Y sin embargo, hoy es frecuente encontrarse con análisis que encuentran una profundidad y una complejidad en sus postulados que pueden sonar a broma. Desde luego, en Belleza compulsiva Hal Foster no está para chanzas: para él el surrealismo contenía un corpus ideológico perfectamente estructurado y desarrollado y tuvo una influencia que se ha hecho cada vez más patente.

El surrealismo era un avispero de contradicciones, entre las que se encontraba la no menor de ser una corriente artística que cuestionaba la función misma del arte. Aquí hay campo para explayarse. En Belleza compulsiva Foster no pretende realizar una historia del movimiento, sino que se centra en su teoría, para él evidente plasmación artística de las ideas de Freud, y en menor medida del marxismo. En concreto Foster se centra en el concepto de “siniestro”, clave interpretativa de la que se vale para desentrañar las a menudo opacas, incongruentes y perturbadoras creaciones de los surrealistas.




Cuando nos alejamos de sus obras y nos centramos en sus (abundantísimas) proclamaciones, nos parece que en el surrealismo hay abundancia de cháchara y de discusiones bizantinas no pocas veces autojustificatorias (o excluyentes, pocos movimientos tuvieron tantas divisiones, expulsiones y peleas cainitas), pero sin una base sólida. Sin embargo, Foster no se amilana ante boutades y maximalismos y detecta el fondo intelectual de unos personajes dotados para la provocación y la ruptura estética, pero, según él, también con un genuino sentido moral y político.

En cualquier caso, y dependiendo del punto de vista, el surrealismo se ha impuesto o banalizado. Cada vez es más común escuchar “esto es surrealista”, lo que podría indicar incomprensión del término (a menudo se confunde con “absurdo”), pero también que la vida, tal y como se entiende en la actualidad, ha sido conquistada por una percepción surrealista en la que el instinto y los impulsos han ganado la batalla a la razón. Francamente, más allá de algunos nichos artísticos y de torres académicas, creemos que no es así. O, por lo menos, lo esperamos.


Editorial Adriana Hidalgo
Traducción de Tamara Stuby

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