jueves, 22 de mayo de 2014

Las chicas de campo, de Edna O'Brien


Aunque tiene famosos y apasionados defensores, Edna O'Brien no es una escritora demasiado conocida, y desde luego no lo es es España. Además, aunque sigue en activo, padece la no infrecuente carga que sufren muchos autores de ser recordada sobre todo por su primera novela, en su caso Las chicas de campo. Por otra parte, se ha intentado reivindicar este libro como un punto de inflexión en la narrativa irlandesa, un acercamiento naturalista y con un punto de vista femenino a cuestiones hasta entonces ignoradas, lo que es muy interesante para la Historia de la Literatura, pero que no tiene por qué resultar atractivo para el lector común.

Y sin embargo, Las chicas de campo es mucho más que una pieza de museo. Sus personajes siguen estando vivos, su historia nos sigue concerniendo, su estilo en absoluto se ha visto afectado por el paso del tiempo. Una de las admiradoras de O'Brien a las que aludíamos es nada menos que Alice Munro, en quien no sería difícil encontrar las huellas de su influencia. La sutileza, lo sugerido, esa intrahistoria subterránea que nunca aparece explícitamente pero que tiene una fuerza explosiva, son marcas detectables en ambas autoras.




Un simple resumen de Las chicas de campo (unido a su poco estimulante título) podría llevar a la falsa percepción de que se trata de una historia melodramática repleta de tópicos irlandeses: el padre borracho, el convento de monjas maléficas, la iniciación a la vida de una adolescente... Pero O'Brien logra evitar caer en los lugares comunes gracias a una habilidad narrativa insólita en una escritora primeriza y a una sensibilidad que es la clara manifestación de sus cualidades estilísticas.

Por ejemplo, Caithleen, la protagonista y narradora, a menudo tienta el campo de la ñoñería, pero O'Brien lo compensa con el genial personaje de Baba, su malvada mejor amiga, que siempre ejerce como contrapunto canalla y cínico. Pero a lo largo de la novela también Caithleen añade capas de complejidad a una personalidad en apariencia simplona. Entre el miedo y la alegría, la miseria y la ilusión, la mediocridad cotidiana y los sueños románticos, Caithleen pasa de ser una de esas chicas de campo de apariencia torpe e ingenua a convertirse (o al menos hacerse pasar) en una chica de ciudad, desengañada pero con los recursos necesarios para afrontar lo que le espera.


Editorial Errata Naturae
Traducción de Regina López Muñóz


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