miércoles, 12 de agosto de 2015

1927: Un verano que cambió el mundo, de Bill Bryson


Si en Ragtime E. L. Doctorow consiguió transmitir a través de los más sofisticados recursos novelísticos el ambiente y el ritmo de la primera década del siglo XX en Nueva York con una mezcla de personajes y situaciones reales y de inventiva puramente creativa, en 1927: Un verano que cambió el mundo Bill Bryson se ciñe a la documentación histórica y periodística para lograr empapar al lector con la misma sensación de vívida representación no ya de un momento particular (y trascendente), sino de un estilo, de una forma de entender el mundo que hoy, pese a que solo han pasado noventa años, puede parecer totalmente excéntrica. Y eso que estábamos ante el nacimiento de la época moderna.

Pese a que el título de la edición española tiene unas ambiciones universales, en realidad el título original, One Summer: America-1927, es más preciso. De hecho Bryson dedica gran parte del libro a asuntos que nos pueden parecer totalmente ajenos, como a ese deporte indescifrable que es el béisbol. Pero como ya ha demostrado el autor en numerosas ocasiones, es capaz de hablar de cualquier asunto, desde la vida rural en Estados Unidos a los secretos de la física más avanzada, y conseguir fascinar al lector.

Por una parte, es indudable que el éxito de Bryson, uno de los autores más disfrutables del panorama actual, se debe a su ágil y fresca escritura, en la que siempre encuentra hueco para colar su reconocible sentido del humor. Pero esta ligereza no implica superficialidad, al contrario, y en 1927 queda patente una vez más el empeño del autor por ser lo más preciso posible, en esta ocasión sostenido además en un trabajo de documentación impecable de un amplio conocimiento de la prensa de la época (Bryson ha debido de leer todos los periódicos de la época en profundidad, y recordemos que se trata precisamente de la edad de oro de la prensa americana).




Bryson dedica gran parte de 1927 a las hazañas aéreas de los pioneros de la avición, como no podía ser de otro modo con especial atención a la figura de Charles Lindbergh. En un estilo que recuerda mucho al Tom Wolfe de Lo que hay que tener, el autor retrata tanto la parte más humana como la heroica (sin olvidar los aspectos más patéticos) de estos exploradores que en una proporción alarmantemente alta dieron su vida por batir marcas que hasta entonces parecían imposibles y que contribuyeron a crear el mundo intercomunicado que hoy conocemos.

Pero resulta que el verano de 1927 fue extraordinariamente prólijo en sucesos memorables, y Bryson decide que su historia de los aviadores se vea ampliada por cuestiones como el mítico récord de home runs de Babe Ruth, el chapucero crimen que dio origen a El cartero siempre llama dos veces, la carrera criminal de Al Capone, la ejecución de Sacco y Vanzetti, el surgimiento del cine sonoro o las peculiaridades presindenciales en los momentos previos al estadillido del crack del 29, entre decenas de historias inverosímiles, personajes memorables y anécdotas de todo tipo.

En esta acumulación de situaciones y personajes es en la que Bryson demuestra una vez más su talento para dar integridad a elementos tan dispersos, otorgando a su narración una coherencia plena. Como si de un relato folletinesco se tratara, el autor entrelaza historias y juega con el suspense de tal manera, que al final de cada capítulo no queda más remedio que seguir leyendo. Y, cuando se acerca el final del libro, es como cuando vemos aproximarse los últimos días de uno de esos veranos irrepetibles que nunca quisiéramos ver concluir.

Editorial RBA

Traducción de Ana Mata Buil

No hay comentarios:

Publicar un comentario