viernes, 14 de agosto de 2015

Invitación al baile, de Rosamond Lehmann


Si a alguien que lleva el cinismo por bandera le propones la lectura de un libro que trata sobre la presentación en sociedad de una muchacha inglesa de diecisiete años en un baile de gala organizado por la alta sociedad del periodo de entreguerras, no puedes esperar otra respuesta que un soberbio desdén. Y sin embargo Invitación al baile, la inaudita novela de Rosamond Lehmann, posee una deslumbrante perspicacia psicológica que combina una audaz construcción narrativa con una voz tan original como fácilmente identificable.

Solo hace falta dejar de un lado las apariencias, como hace finalmente Olivia, la protagonista del libro, y proponerse llegar realmente a conocer a las personas (o los libros), para llevarse unas cuantas sorpresas. Pero en Invitación al baile no nos encontramos ante esos tópicos sobre el engaño del oropel, o el corazoncito que se esconde detrás de cada persona, sino con una ambición mucho más humana, la revelación de que las ideas preconcebidas y los prejuicios son malos acompañantes y peores consejeros, que solo el conocimiento de primera mano puede conducir a una verdadera comprensión.




Para llegar a esta epifanía, Lehmann elige un momento de apariencia tan superficial como un baile, una de esas reuniones que tantas veces hemos visto (no hay serie de época que no contenga alguna escena de este tipo), propicias para presumir de vestidos y permitirse algún flirteo más allá de lo habitualmente permitido. Pero Lehmann tiene la habilidad para transformar esta situación tan manida y pomposa en una ceremonia de paso en la que Olivia deja atrás su infancia para descubrir un mundo que quizá no era como se esperaba, sin duda es más aburrido y vulgar, pero que junto a su lado más decepcionante también le traerá más de una revelación.

Invatación al baile está escrito de tal manera que la descripción de los acontecimientos y su percepción discrepan de una manera relajada y que exige la plena atención del lector, nada más alejado de la manida novela tontorrona sobre adolescentes. Así, Lehmann introduce en la narración una sutil pero primordial variación en el punto de vista, supuestamente objetivo pero que sin solución de continuidad pasa a la subjetividad de la primera persona. De igual manera, el lector contempla el discurrir de los acontecimientos desde fuera, pero si realmente quiere alcanzar una interpretación plenamente personal tendrá que ponerse de pie y empezar a bailar.

Editorial Errata Naturae

Traducción de Regina López Muñoz

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