viernes, 20 de febrero de 2015

Idiopatía, de Sam Byers


La trama de Idiopatía discurre en dos planos muy diferentes: por una parte está el mundo exterior, una sociedad superficial e idiotizada que Sam Byers retrata con ironía y sin demasiadas sutilezas: un personaje lee un libro titulado nada menos que El hábito de la autoayuda: cómo dejar los libros y seguir adelante con la vida. Pero por otro lado, y sin duda aquí está el peso de la narración, el autor se ocupa de la vida interior de sus personajes, lugar donde no caben burlas ni chanzas, todo es tremendamente oscuro.

Por eso la disociación entre lo que espera el lector y lo que poco a poco va descubriendo es tan chocante. Idiopatía se publicita como una comedia hilarante, pero en el fondo es un libro depresivo. Sus personajes son autodestructivos, en algunos casos exhibicionistamente odiosos. Así, Katherine, una de las protagonistas, puede pasar por un ser tremendamente triste y marcado por el sufrimiento, pero en varias escenas da la sensación de que realmente se trata de una psicópata.




Porque en Byers puede haber comprensión, pero no simpatía por sus personajes, con la posible excepción de Nathan. Si la panorámica que dibuja es la de una sociedad que se dirige al desastre (si no está ya plenamente en el pozo), cuando acerca el foco y retrata a sus personajes, nos encontramos con una generación no ya perdida, sino ahogada en la miseria, en la incapacidad para asumir su identidad, sin poder relacionarse con otros seres humanos de manera saludable, atrapada en la mezquindad y la infelicidad.

Pero el autor no echa toda la culpa a estos treintañeros mutilados, sino que todos los padres que aparecen en la novela son igualmente monstruosos. De una manera o de otra han asfixiado a sus hijos hasta convertirlos en incompetentes emocionales, egoístas sin anclaje ni futuro. Al final, cuando se produzca la esperada reunión, una situación clásica de comedia, ni tan siquiera habrá espacio para el psicodrama revelador: solo más desengaño, furia e imposibilidad para el perdón.

Editorial Siruela
Traducción de Catalina Martínez Muñoz

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