martes, 21 de abril de 2015

Le Royaume, de Emmanuel Carrère


Desde la publicación de El adversario Emmanuel Carrère se ha convertido en uno de los escritores más influyentes y admirados de la actualidad. No queremos volver una vez más a consideraciones teóricas sobre la autoficción y las novelas sobre hechos reales (cuestiones que en cualquier caso Carrère ya ha superado), pero lo cierto es que todos los libros de este autor son inmediatamente reconocibles (entre otros motivos, porque él siempre es uno de los personajes principales). Sin embargo, en Le Royaume (El Reino), sin dejar de ser él mismo, Carrère da un paso más allá y en esta ocasión se ocupa de transformar un nuevo género: la novela histórica.

La primera parte de Le Royaume es la más parecida a los anteriores libros del autor. En ella Carrère relata sus “años cristianos”, una época en la que tras una fuerte depresión que le llevó a las puertas del suicidio tuvo una revelación y regresó a la Iglesia que durante mucho tiempo había abandonado. Más que un capricho, la religión se convirtió para él en una obsesión (era de los de misa diaria y estudio cotidiano de las Escrituras). Pero, tan repentinamente como le había llegado, la pasión se le fue y Carrère volvió a ser el agnóstico dubitativo de costumbre.

Uno de los aspectos más interesantes del libro es esta confrontación entre los dos (como mínimo) Carrère: el que escribe ahora Le Royaume, escéptico y pragmático, y aquél de hace veinte años, devoto y convencido. Al contrario de lo que se podría esperar, el autor en ningún momento se muestra irónico ni condescendiente, ni con su antiguo yo ni con los creyentes. Quizá por que lo ha vivido, sabe que el camino más fácil sería burlarse de estas creencias anacrónicas y ridículas, pero prefiere tomárselo en serio, sin ningún complejo de superioridad.

Con la misma seriedad se inicia la segunda parte del libro, un viejo proyecto de Carrère sobre la vida de Pablo y los primeros cristianos. El escritor, al que algo le queda de sus estudios de Historia, pone todo su empeño y años de investigación para poder reconstruir ese momento clave en la historia de la humanidad, ese periodo en el que si algo hubiera sucedido de manera diferente, por muy insignificante que pudiera parecer, habría trastocado todo el devenir de la historia de occidente. Pero además de historiador más que aficionado Carrère es ante todo novelista, y en su relato priman los detalles, la percepción psicológica, la construcción de personajes y tramas.




Estos apuntes cobran todavía más fuerza en la tercera parte de Le Royaume, el núcleo de esta nueva forma de escribir novela histórica, una manera de renovar el género que parece increíble que hasta ahora no se hubiera planteado, acorde como está con los tiempos actuales. Es una especie de making-of en el que Carrère investiga la investigación llevada a cabo por Lucas para escribir su evangelio. A través de esta búsqueda conocemos la Roma cotidiana del siglo I y muchos detalles sobre la sociedad del imperio, sin olvidarse del objetivo más puramente narrativo, entremezclado con el evidente fondo de la cuestión, la vertiente espiritual y profundamente íntima de la religión.

Para acercar esta historia a la actualidad, y como hacían los pintores medievales cuando vestían a sus personajes bíblicos con ropajes contemporáneos y los situaban en paisajes de Flandes o el norte de Italia, Carrère no tiene empacho a la hora de modernizar las referencias. Más allá de sus habituales alusiones al yoga o el psicoanálisis, el autor no tiene problema en utilizar analogías referentes a comunistas, colaboradores o islamistas para hacer más accesible un mundo que al lector actual le puede parecer totalmente ajeno.

En ningún momento Carrère oculta la vertiente más autobiográfica de su escritura. Cuando habla de Lucas también está hablando de sí mismo. Pero, al contrario que muchos autores de esta corriente de renovación estilística, Carrère tiene muy definidos los límites. Deja claro cuando está hablando de hechos, cuando hace interpretaciones personales y cuando, directamente, fabula. Y no engaña al lector: su estilo (gran estilo donde los haya) es claro, directo, sin novelerías del peor estilo.

Carrère, que en sus años de creyente estudió el evangelio de san Juan de manera meticulosa, que tiempo después colaboraría en una adaptación moderna del evangelio de san Marcos y que para la preparación de Le Royaume dedicó siete años a estudiar el evangelio de san Lucas, se ocupa en la última parte de su libro de indagar en las partes más oscuras de la vida de Jesús y los apóstoles, se mete de lleno en disputas que han perturbado y siguen perturbando a todos aquellos que se han acercado a esta historia, sin ni tan siquiera necesidad de tener fe. Porque las enseñanzas que ofrecen no están limitadas a aquellos que creen, sino que son enriquecedoras (y a menudo inquietantes) para todo aquel que mantenga el espíritu libre y la mente abierta.

Editorial P.O.L.

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