miércoles, 22 de abril de 2015

Memorias de un señor bajito, de Rafael Azcona


Rafael Azcona no es solo uno de los grandes guionistas del cine español (y de los pocos cuyo nombre es conocido por gente ajena a la profesión), sino que su mirada se logró infiltrar en el inconsciente colectivo hasta tal punto que la imagen de la España de los años 60 y 70 que hoy se podría considerar mayoritaria viene pervertida por ese mundo que creó en colaboración con diferentes directores y que ya no se sabría distinguir con precisión de la realidad. Si su escritura se basaba en lo cotidiano, ahora el relato de aquello años parece una historia de Azcona.

Pero resulta que Azcona no solo escribió guiones para otros, sino que también publicó novelas para todos. Memorias de un señor bajito fue una recopilación de textos editados en La Codorniz y no cuesta mucho encontrar en sus páginas ese espíritu entre absurdo y constumbrista que hizo famosa a la revista. En esta ocasión son los años 50 los que pasan por el tamiz del humor azconiano para aparecerse como una época barroca y esperpéntica, es decir, lo que tenemos por puramente español.




Aunque el autor no parece preocuparse demasiado por el realismo, resulta inmediatamente reconocible este ambiente de penuria, escasez e ingenio con el que asociamos ese periodo de decrepitud y miseria que fueron años 50, con un país todavía renqueante por los estragos de la guerra y en el que el “milagro económico” y el desarrollismo todavía no habían cambiado la faz de España. En estas Memorias hay mucho de picaresca, de burla como deporte nacional, de buscarse la vida, y aunque parece que ni el protagonista ni el autor se toman nada en serio, de fondo hay una tristeza medular.

En la novela Azcona se permite un desbordamiento estilístico que en sus películas debía estar mucho más contenido. Es asombrosa su capacidad para jugar con las frases hechas y darlas la vuelta para crear imágenes totalmente novedosas. En la mejor tradición del absurdo, tampoco se cansa de jugar con los tópicos más manidos para darles una aire nuevo y destapar lo que se oculta detrás de los convencionalismos con los que se construye la literatura. Y la vida.

Editorial Pepitas de calabaza

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