No es de extrañar que
Doctor Arrowsmith se haya convertido en un clásico de la literatura
norteamericana. Más allá de sus valores puramente literarios, el
protagonista de la novela de Sinclair Lewis representa un héroe
típicamente americano, idealista, individualista y determinado a
llevar a cabo sus propósitos sin que nada ni nadie se interponga en
su camino.
De hecho, Doctor
Arrowsmith recuerda mucho a otra “gran novela americana”, El
manantial, de Ayn Rand. Aunque ambos autores mantuvieran convicciones
ideológicas divergentes, este retrato de un personaje que se eleva
por encima de convenciones sociales y que trata de imponer su
individualismo ante cualquier intento de coartar su libertad trasciende cualquier presupuesto político para convertirse en un
ideal de vida.
El libro de Lewis es, más
que una novela-río, una novela-catarata en la que los
acontecimientos se suceden sin descanso. La novela empieza casi como
una historia de campus universitario, pero enseguida coge inercia y
veremos a su protagonista sumergido en diferentes avatares
familiares, profesionales y políticos. También habrá viajes
“exóticos” y una poblada galería de personajes recurrentes que
contribuyen a pintar un panorama amplio y diverso de la sociedad
americana de principios del siglo XX.
Lewis no se arredra ante
desafíos estructurales que pueden llevar a la dispersión. Tampoco
tiene miedo a usar unos diálogos extensos y explicativos ni a usar
comodines que sirvan para la identificación de sus personajes.
Después de casi un siglo de su publicación, su lectura actual
necesita paciencia y cierta distancia para tomarse sus disertaciones
más como ejercicios literarios que como advocaciones de una
determinada forma de vida.
Editorial
Nórdica
Traducción
de José Manuel Álvarez
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