Puede ser que un libro titulado Memorias líquidas lleve a cierto engaño. Porque en él los fans no encontraran nada sobre la vida personal de González. El escritor está en todo su derecho de seleccionar la parte de su vida que quiere mostrar en público, pero también es comprensible que al leer unas memorias se espere algo más que un relato profesional, especialmente centrado en su trabajo en El País.
En cualquier caso, una vez más, es admirable el tono que González consigue dar a sus relatos. Sus libros se leen como se bebe un buen cóctail, entra fácil y, contra toda precaución, siempre se quiere uno más. Las anécdotas y los retratos de personajes se suceden con una fluidez de quien tiene mucho que contar y sabe como dibujar una escena o caracterizar a una persona en un par de frases.
También es digno de consideración que en una situación personal difícil y con bastante rabia acumulada, González haya sabido controlar sus deseos de venganza, si es que los tuviera, y en su retrato de El País combina una decepción comprensible con una admiración que muchos reveses no han podido borrar. Para nada el libro suena a ajuste de cuentas, al contrario, prevalece el buen ánimo.
Así que nos encontramos con la paradoja de siempre que sufre el adicto. Queremos más, la dosis ha sido estupenda, pero el efecto se nos pasa enseguida. Queremos exprimir al autor, saber más sobre él, que dé más nombres, que se detenga en los detalles. Pero entonces no sería Enric González. Jot Down ya se las apañó para que colaborara con su extraña empresa y ahora ha conseguido que, pese a anteriores manifestaciones, escriba un libro largo. Que hagan lo que sea, pero que nos mantengan el suministro.
Editorial Jot Down Books
Libros para todos
No hay comentarios:
Publicar un comentario