lunes, 28 de octubre de 2013

Jinete Nocturno (I)

JINETE NOCTURNO
PRIMERA PARTE


1


Nada más ver a Sophie supo que sus planes para pasar una noche tranquila se habían ido al traste. Estaba mirándose al espejo con un aire entre abstraído e insatisfecho, con un vestido negro y unas medias del mismo color, pero descalza. Las puertas del vestidor estaban abiertas y el revoltijo que había en el suelo y en la cama hacía fácil adivinar que Sophie llevaba unas cuantas horas probando diferentes combinaciones para dar con el conjunto perfecto.


-Me vas a matar -dijo Tom apartando faldas y blusas de la cama para poder sentarse-, pero no recuerdo qué cita teníamos para esta noche.


Ella tardó unos momentos en volver a la realidad y después miró a su marido con lástima.


-Oh, petit con, no te preocupes, no te había dicho nada.


Con el tiempo Tom se había acostumbrado a que Sophie le llamara tontito y ya no le molestaba, pero lo que seguía sin poder soportar era que hiciera planes sin consultarle y luego se los impusiera con la mayor naturalidad.


-Bueno, pues quizá ahora sea el momento de que me desveles la sorpresa.


Sophie volvió a apartar los ojos del espejo para mirar a Tom, sonrió con inocencia y se lanzó encima de él para apabullarle a besos. Tom volvió a ejercer sus dotes adivinatorias y supuso que lo que le esperaba no iba a ser tan agradable. Sophie sabía como endulzarle los disgustos.


-Mon chéri, los Morgan nos han invitado, y como hace tanto tiempo que no los vemos...


Tom empujó a Sophie de su lado y no dejó que acabara la frase. Esto era peor de lo que había imaginado. Los Morgan eran una pareja de pedantes artistófilos aficionados a celebrar insufribles veladas culturales en los que todo el mundo acostumbraba a hablar de temas elevados y citaba las últimas corrientes creativas de media Europa, todo ello sin mover el labio superior, mientras sonaba una endemoniada música atonal.


-No, Sophie, puedo tolerar muchas cosas, pero no volveré a pasar una noche en casa de los Morgan. La última vez casi mato a la pareja y no quiero volver a poner a mis nervios a prueba.


Sophie hizo algunos mohínes que sabía que en otras circunstancias le habían ayudado a salirse con la suya, pero esta vez los reparos de Tom eran demasiado fuertes como para salir triunfante con tanta facilidad.


-Pero mon coeur, nunca te pido nada...


-Oh là là...


-Si hace... ¿cuántos meses que no vemos a los Morgan?


-¡Como si hace lustros! Tendrías que drogarme y atarme para poder arrastrarme otra vez a esa maldita casa de Chelsea.


Ante los amagos de echarse a llorar de Sophie, Tom decidió que era el momento de largarse de la habitación ante de que las cosas se pusieran desagradables. Ya estaba abriendo la puerta del dormitorio cuando escuchó la voz lastimera de su mujer.


-Y yo que había comprado esto para darte las gracias por ser tan comprensivo y amable. Hèlas, supongo que ahora ya no habrá nada que agradecer.


Tom supo que no debía darse la vuelta, que si lo hacía estaría perdido sin remisión, pero no pudo evitarlo. Al mirar a Sophie vio que ésta se había quitado el vestido y que sólo llevaba encima la mejor lencería que París puede ofrecer.


-Como soléis decir los franceses, me rindo.


2


La simpatía que Tom sentía por los Morgan era recíproca, por lo que el recibimiento que éstos le depararon fue tan frío que después de darles la mano sintió que los dedos se habían convertido en témpanos. Para calentarse, se dirigió sin miramientos a por una reconfortante bebida. Por suerte la moda abstemia había pasado y podía elegir entre una amplía gama de cócteles nativos e importados. Sin preguntar a nadie, se bebió de un trago lo primero que logró alcanzar. No estaba mal, así que probó de nuevo.


-A mí también me encanta el Hell Ice -le dijo alguien a quien no creía haber visto en su vida mientras hacía un gesto para que el camarero le diera otro de lo mismo.


-¿Hell Ice? Creo que es el peor nombre de cóctel que he oído.


-Sí, y eso que tiene competencia. Por cierto, creo que no nos conocemos, me llamo David Gaunt.


-Tom Winder, encantado.


-¿Es usted artista?


Y dijo la palabra “artista” con una entonación que no dejaba lugar a dudas sobre la opinión que le merecía este gremio.


-No, en absoluto -respondió Tom causando un visible alivio a Gaunt.


-Menos mal, no soporto a toda esa camarilla de los Morgan, son todos una atajo de esnobs malcriados que te miran por encima del hombro.


Aunque Tom pensaba lo mismo, había algo desagradable en el tono de Gaunt que le hacía sentirse incómodo en su compañía. Por eso ya estaba planeando una excusa para alejarse de él, cuando sintió que le cogía de la manga. Algo que, sin duda, ninguno de los distinguidos amigos de los Morgan habría osado hacer.


-Y, dígame, Winder, ¿a qué se dedica?


-Importo vino francés.


-Hmmm... qué interesante. Ya sabe lo que se dice, ellos saben hacerlo y nosotros sabemos beberlo.


Tom se esforzó poco en simular una sonrisa. Según sus cuentas, era la persona numero quinientos setenta y tres que hacía la misma broma cuando él declaraba su oficio. Tenía pensado que al llegar al número mil regalaría al chistoso una botella conmemorativa.


-¿Y usted en qué trabaja? -a Tom no le importaba lo más mínimo, pero se sentía obligado a cumplir unas mínimas normas de cortesía. Si no, luego Sophie le acusaría de ser un asocial y se pondría de morros.


-Alto Secreto -respondió Gaunt carcajeándose y guiñando un ojo a Tom-. En realidad me dedico al sector bancario, aunque en estos días no sé si mi oficio está muy bien visto. Por suerte los malditos laboristas ya se han ido y ahora podremos volver a poner las cosas en su sitio.


Tom se sentía cada vez más incómodo y pensó que después de todo quizá no está tan mal tener que soportar las herméticas digresiones de un aficionado al arte primitivista de Java.


-Lo que pasa -reinició su perorata Gaunt tras dar un trago a su cóctel- es que mi mujer es muy aficionada a esto del mundo del arte y tiene ínfulas de mecenas. Yo ya le digo, con su dinero que haga lo que quiera, pero a mí que no me meta -y volvió a carcajearse y a guiñar un ojo, lo que hizo pensar a Tom que quizá se tratara de un tic-. Eso sí, un poco de publicidad tampoco viene mal. Después de todo, muchos de estos, o al menos de sus padres, tienen dinero a espuertas, si se puede hacer algún negocio, tampoco vamos a ser los tontos del pueblo.


-No, claro que no -Tom ya no sabía dónde meterse y rezaba interiormente para que aquel performer que la última vez se había pasado la velada intentando explicarle las maravillas de la automutilación creativa se hiciera presente y se llevara a Gaunt de su lado.


-Bueno, ésa es mi excusa, ¿cuál es la suya?


-Algo parecido. Mi mujer es una gran aficionada al arte y a veces me hace acompañarla a estos sitios.


-Cherchez la femme -dijo Gaunt con un atroz acento francés.


-Nunca mejor dicho. Mi mujer es francesa.


Y como si estas palabras hubieran servido de conjuro, Sophie se presentó a su lado. Tom vio como Gaunt a duras penas pudo aguantarse sus ganas de silbar, y tras presentarle a su mujer, hizo la señal que ambos habían convenido muchas fiestas atrás para que cuando uno de los dos se encontrara en peligro, el otro acudiera en su ayuda.


-Mon chéri, siento alejarte de tu amigo, pero es absolutamente necesario que vengas conmigo. Estamos teniendo una disputa acharnée y sólo tú puedes decidir quién lleva razón.


Tom miró a Gaunt intentando transmitirle su decepción y le dio la mano mientras ya daba los primeros pasos que le alejaban de él.


-En fin, encantado de haberle conocido. Ya nos veremos.


-Seguro que sí. Hasta pronto.


3


-La combinación que hace en su última película de luces y sonidos psicotrópicos logra que el espectador permanezca apabullado sin poder reaccionar ante la avalancha de sensaciones...


-Sin embargo creo que la primera exposición que hizo en Against, cuando nadie le conocía, era mucho más audaz, ahora se ha vendido al mainstream y gusta hasta a los lerdos de la City...


-El concierto empezó con una explosión de ruido que nos dejó fulminados desde el principio y ya no pudimos recuperar nuestra sensibilidad hasta que llegaron los bises, fue una vivencia extraordinaria...


Según iba pasando por los corrillos de invitados, Tom escuchaba retazos de conversaciones tan tópicas que, pese a sus años de experiencia, no dejaban de sorprenderle. Los mismos clichés repetidos una y otra vez como si fuera la primera vez que se decían, los mismos lugares comunes expresados con una convicción de originalidad que ni tan siquiera daban pie a la parodia. Por fin Sophie detuvo la gira y le presentó a Mark y Jack, una pareja de pintores que llevaban el mismo corte de pelo, las mismas gafas y el mismo traje.


-Seguro que te acuerdas de Mark y Jack, fuimos a ver su antología en la Tate Modern.


-Cómo olvidarla, fue una vivencia extraordinaria -obviamente, Tom no tenía ni idea de lo que le estaba contando-. Una pareja de gemelos pintores debe de ser un caso único en la historia del arte.


Mark y Jack se rieron con desprecio, mientras Sophie bajo la mirada.


-Seguro que lo es -dijo uno de ellos-, pero nosotros no somos gemelos. Sólo somos amantes.


Y para demostrar algo se cogieron de la mano.


Tom abrió la boca sin saber qué iba a decir, cuando oyó sonar su móvil. Sin duda era su noche de suerte. La melodía que salía de su teléfono era la de Love Will Tear Us Apart, por lo que tanto él como Sophie supieron de inmediato que la cosa era importante. Tom se disculpó y se fue a un lugar apartado para responder, aunque todo era un juego, no había nadie al otro lado de la línea. Cuando pensó que ya había hecho el paripé el tiempo suficiente, volvió junto a su mujer.


-Lo siento, cariño, pero ya sabes lo que esa llamada significa. Tengo que irme de inmediato.


-Por favor, Tom, no me hagas esto -dijo Sophie acariciándole el brazo-. Esta noche es muy importante para mí y quiero que te quedes a mi lado.


-Échale la culpa a tus compatriotas, a nosotros nunca se nos ocurriría organizar citas a estas horas, pero ya sabes cómo son los continentales.


-Al menos prométeme que no vas a tardar mucho.


-Me gustaría, pero no puedo hacerlo. Si me llaman tan tarde es porque es algo grave, seguro que algún francesito la ha vuelto a pifiar. Ya te llamaré para decirte lo que sea. No te puedes imaginar cuánto siento tener que irme. Pásatelo bien.


-Cochon.


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