lunes, 25 de noviembre de 2013

Jinete Nocturno (V)

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Como la mayoría de los agentes de la Sección Especial, Tom había sido reclutado en Oxbridge. Cada año los mejores estudiantes universitarios eran objeto de un informe extraoficial que valoraba su capacidad para trabajar en los servicios secretos, pero sólo algunos eran seleccionados, y pocos de entre ellos llegaban a formar parte del equipo.
El caso de Tom no tuvo nada de extraordinario. Con un brillante expediente en su licenciatura de Historia Contemporánea, unas grandes capacidades físicas que le habían hecho destacar en el equipo universitario de atletismo y un pasado impoluto en el que ni tan siquiera figuraba una multa de tráfico, un día fue llamado al despacho del profesor Pole, quien como al resto de la comunidad estudiantil, no le era nada simpático.
En sólo un par de meses, comenzarían los entrenamientos. Después tendría que decidir si quería ingresar oficialmente en los servicios de inteligencia. Y ya no habría marcha atrás. Aunque en algún momento, y por causas muy justificadas decidiera abandonarlos, siempre permanecería como un “agente durmiente”, con la obligación de responder a la llamada de la patria si sus servicios eran requeridos.
Tras una conversación de una hora y un fin de semana para reflexionar sin poder hablar a nadie del asunto, decidió aceptar el ofrecimiento.
Al llegar al campo de entrenamiento, situado cerca de Norfolk, Tom se topó con la primera de las muchas sorpresas que le esperaban: John Harker, su mejor amigo en la universidad, estaba entre los reclutas. Precisamente durante su fin de semana de reflexión había pensado más de una vez en si debería contar a su colega el ofrecimiento que le habían hecho y las dudas que tenía al respecto. Pero era consciente de que comentar el asunto con cualquier persona, incluso si se tratara de alguien como John, del que estaba seguro que nunca le delataría, hubiera supuesto el fin de su carrera antes de que ésta ni tan siquiera hubiera comenzado.
Harker no se mostró tan sorprendido como Tom al verlo en el campamento de entrenamiento. Cuando tuvieron un momento para hablar sin que nadie les importunara, le dijo que estaba seguro de que se encontrarían allí. Después de todo, sabía que su amigo era un objetivo preferente para los servicios de inteligencia y que cuando el deber le llamara sabría actuar como él mismo, es decir, poniéndose a su disposición.
A Tom le pareció un razonamiento evidente y no supo explicarse por qué el no había pensado lo mismo. Pero tampoco tuvo mucho tiempo para reflexionar al respecto. Los ejercicios físicos, psicológicos e intelectuales les iban a proporcionar pocos respiros. Además, cuando no estaban haciendo ninguna actividad programada, se encontraban tan exhaustos que no eran capaces ni de pensar. Se estaban convirtiendo en máquinas al servicio de la Corona.
Tras los primeros días de dura adaptación, cuando casi la mitad de los seleccionados ya habían decidido que eso no era lo suyo, las obligaciones se relajaron y los instructores incluso fomentaron un mayor conocimiento entre los reclutas. Tom y John, a quienes se reconocía unánimemente como los dos aspirantes más brillantes de la promoción, pasaban la mayoría del tiempo juntos. Pese a que el espíritu competitivo predominaba en ambos, eran tan buenos ganadores como perdedores, y ninguno de sus múltiples enfrentamientos se saldaba con una disputa ni una mala cara: los dos estaban dispuestos a reconocer la superioridad de su rival.
Algunas veces, después de dar por concluida la sesión de entrenamiento, incluso tenían algo de tiempo para hablar de cuestiones personales. Tom todavía seguía mostrando algunas dudas sobre el embrollo en el que se había metido. Aunque como cualquier niño inglés alguna vez había fantaseado con convertirse en espía, le parecía irreal que finalmente fuera a dar el paso que convirtiera esas ilusiones infantiles en una realidad difícil de asimilar. John, por el contrario, le confesó que desde que había entrado en la universidad, y aún antes, tenía claro que su futuro estaba en los servicios secretos. Su plan había sido ingresar en el cuerpo diplomático para desde allí consolidar su carrera, pero cuando Pole le había explicado los planes que habían preparado para él, vio el cielo abierto.
Al pasar los dos meses de entrenamiento, sólo cinco de los reclutas habían superado las pruebas que se consideraban necesarias para pasar a la siguiente fase de instrucción. Durante un tiempo los caminos de Tom y John se separaron, pues cada uno iba a especializarse en un campo diferente. La comunicación entre ambos se hizo muy complicada, pero aún así, cada vez que podían se reunían y compartían las últimas vivencias que habían experimentado. Tom ya había dejado atrás sus dudas, pero John iba aún más lejos y sorprendió a su amigo cuando le detalló todos los planes que había ideado para llegar algún día a la cima del cuerpo de espionaje británico.
Si Tom pasó seis meses de languidez en París, John logró tras muchas presiones y promesas ser enviado a Teherán, un destino sin duda mucho más comprometido y que nunca antes se había elegido como base para un agente novato. Sin embargo sus calificaciones fueron excelentes y sus superiores no pudieron dar mejores referencias sobre su actividad.
A partir de entonces, los caminos de ambos amigos se bifurcaron de manera definitiva. Tom volvió a Londres mientras que John, tras un breve periodo de especialización, volvió a un lugar indeterminado de Oriente Próximo. Pasó mucho tiempo sin que Tom supiera nada de él. Hasta que un día cualquiera, Khun le comunicó que había muerto.


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-Pero eso es imposible, John murió hace dos años en Irán -dijo Tom sin poder asimilar todavía el nuevo golpe que acababa de recibir.
-Ah, ¿entonces a ti también te contaron ese cuento? -dijo Ronet sin intentar disimular el regocijo que le proporcionaba la ignorancia del espía inglés-. Oficialmente ningún servicio de inteligencia va a reconocer una traición en sus filas, por eso le dieron por muerto. Pero suponía que alguien tan importante como tú estaría al tanto de la verdad.
Tom miró con odio a su interlocutor y apretó los puños para intentar controlar su ira. Nunca se había sentido tan desconcertado en el desarrollo de una misión, y ahora se encontraba no sólo totalmente desorientado, sino furioso.
-Quiero hablar con Khun inmediatamente -dijo con firmeza e intentando trasmitir serenidad-. Esto exige una explicación.
Ronet se encogió de hombros y señaló con la mirada el móvil de Tom.
-Khun -dijo tras marcar el número seguro que le ponía directamente en contacto con la Sección Especial-, no te puedes imaginar la locura en la que estamos metidos.
-Sí, ya lo sé todo -contestó Khun sin dejar reflejar la menor intención.
-¿Sabes que han asesinado a Rashid?
-Sí, y también que tú te libraste por los pelos.
-Bueno, pero lo más inverosímil de todo es que los franceses me acaban de decir que el intermediario del FLI es nada menos que John Harker.
-Somo conscientes de ello.
La respuesta de Khun fue sencilla, pero para Tom fue como una ecuación indescifrable.
-¿Me estás diciendo que es verdad?, ¿que Harker no sólo está vivo, sino que es un traidor?
-Escucha, Tom, ahora no es el mejor momento para explicar todas estas cosas. Lo único que tienes que saber es que lo que te han dicho los franceses es verdad. Sé que todo esto es muy duro para ti, por eso hemos pensado que lo mejor es que abandones la misión de inmediato y vuelvas a Londres. Walter ya está de camino para reemplazarte.
La reacción de Tom a estas palabras fue mucho más rápida.
-Ni hablar del asunto. Ni se te ocurra pensar que voy a dejar la misión justo ahora. Quiero llegar al fondo de la cuestión. No puedo creerme que John trabaje para los terroristas. De entre toda la gente que he conocido en la Casa, John sería el último en el que pensaría como posible traidor.
-Precisamente ese tipo de gente es la más cualificada para la traición, ¿no te parece? Mira, tenemos pruebas irrefutables de que Harker se cambió de bando. Cuando estés aquí podré darte todos los detalles.
-¿Y qué mejor prueba que el propio John? Si le atrapamos y lo que decís es cierto, yo mismo me ocuparé de que se arrepienta.
-Acabas de confirmarme que no eres la persona idónea para ocuparte de la misión. Nadie te reprochará nada, sólo espera a que llegue Walter y cuando le hayas informado de la situación, regresas de inmediato.
Tom se tomó unos momentos para reflexionar el alcance de sus palabras antes de volver a hablar.
-Lo siento mucho, Khun, pero eso no va a poder ser.
-Winder, no me gusta hablar así en ningún sentido, pero te estoy dando una orden, no tienes más opciones.
-¿Khun? ¿Khun? ¿Qué está pasando? No he podido oír tus últimas palabras. Creo que tenemos un problema de cobertura.
-¡Tom! Ni se te ocurra hacer esto. Te lo advierto...
-Vaya -dijo Tom a Helen tras colgar el teléfono y apagarlo disimuladamente-. Parece que se ha cortado la línea.


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-Me lo temía, se ha enrocado y no tiene la menor intención de volver.
-Pero eso no puede ser. Los americanos ya nos han dicho que la situación es delicada y un agente que actúe por su cuenta puede arruinar todo el plan. Tendremos que hablar con los franceses para que le aparten.
-¿Y quedar también en ridículo delante de ellos? ¿Qué iban a pensar si les decimos que no somos capaces de controlar ni a nuestra propia gente?
-Francamente, lo que piensen los franceses me da igual. El problema son los americanos.
-Si nos hubieran contado todo a su debido tiempo, no hubiéramos tenido este problema, así que ahora que apechuguen con su responsabilidad.
-Claro, y seguro que se toman con un pequeño contratiempo el tener un agente británico actuando por libre y dispuesto a tomarse la venganza por su mano.
-Tampoco me preocuparía demasiado. Tom es el nuestro mejor agente y estoy seguro de que en todo momento actuará de la manera más conveniente.
-¿Y también estás seguro de que la manera más conveniente será la que los yanquis consideren más apropiada?


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-El tal Winder no va a obedecer las órdenes de Londres. Seguirá participando en la misión.
-¿Pero qué tipo de Agencia es esa? Durante todos nuestros años de “colaboración” los ingleses me han decepcionado una y otra vez, pero en esta ocasión todo es mucho más grave.
-Ya sabes mi opinión sobre compartir información con ellos. Los europeos no son serios. Los británicos son un poco más de fiar que los franceses, pero aún así no les dejaría solos ni para sacar a pasear a mi perro. Mira lo que ha pasado con las filtraciones a la prensa.
-Al final siempre somos nosotros los que tenemos que ocuparnos de que la situación no les explote en las narices. Pero eso tendrá sus consecuencias: si ellos no se ocupan de neutralizar a su agente, vamos a tener que ocuparnos nosotros.
-Quiero estar seguro de que estás diciendo lo que estás diciendo.
-Por supuesto será sólo nuestro último recurso. Pero si es necesario, que así sea.


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-Está bien -dijo Ronet tras volver de hacer unas supuestas consultas-. Éste es el plan Jinete Nocturno.
-¡Por fin! -dijo Tom sin poder contenerse.
-Obviamente Winder no podrá estar en el Café -Ronet seguía con la costumbre de dirigirse exclusivamente a Helen, como si Tom no estuviera sentado a unos pasos de él-. Harker le reconocería de inmediato y todo se iría al garete. Por eso mismo no es conveniente que se deje ver, así que no permitiremos que vuelva a salir del hotel más que para ir al centro de operaciones.
Tom apretó con tal fuerza sus uñas en las palmas de sus manos que casi se hizo sangre.
-Es decir, que volvemos al punto de partida.
-A lo mejor el agente Winder -Ronet persistía en hacer caso omiso de Tom- preferiría ponerse una peluca, un bigote y gafas para intentar pasar desapercibido.
-El agente Winder tiene una mejor idea -dijo Tom siguiendo el juego-. El agente Winder no sólo pasó seis meses aprendiendo de los excelentes servicios de inteligencia franceses -por su tono, más que intentar dorar la píldora a Ronet, lo que dejaba claro era una sorna indiscreta-, sino que conoce perfectamente a Harker. Sería el agente más idóneo para llevar a cabo una discreta vigilancia de sus movimientos.
-¡Jaja! Ésta sí que es buena -esta vez Ronet sí que miró directamente a Tom-. No sé cómo actuará la Sección Especial británica... Bueno, en realidad sí lo sé. Pero en cualquier caso, aquí ni se nos ocurriría no ya llevar a la práctica, sino ni tan siquiera pensar en una alternativa tan disparatada. Será mejor que se calme y que se quede aquí junto a la agente Clarke a la espera de los acontecimientos.
Helen, que tras los últimos incidentes había decidido que era más prudente quedarse en un segundo plano, abrió la boca por primera vez después de mucho tiempo.
-Coincido con el agente Ronet, sería totalmente inoportuno que te implicaras en la operación.
-Pero... -intentó quejarse Tom.
-Déjame terminar -dijo Helen sin permitírselo-. También pienso que nuestra participación en la misión no debe en ningún caso limitarse en quedarnos aquí sentados esperando a verlas venir. Ya no sólo se trata de que las armas estén en nuestro país poniendo en peligro la seguridad nacional, o el hecho de que la venta de armas podría tener unas consecuencias trascendentales para nuestra posición en el mundo, sino que también está involucrado uno de nuestros antiguos agentes, por lo que me parece prioritario que nuestra involucración en el Jinete Nocturno sea directa.
Ronet hizo un gesto de impaciencia, pero al ver que Helen no había terminado, prefirió no decir nada todavía.
-Yo nunca llegué a conocer a John Harker, así que, ahora mismo, la opción que me parece más plausible es que sea yo misma quien se ocupe de su vigilancia.
-¡Pero están todos locos!- dijo Ronet poniéndose de pie-. Creía que se trataba de un caso aislado y que sólo Winder actuaba por libre sin atenerse a ninguna responsabilidad, pero ya veo que es una cosa compartida.
-Seamos sinceros -dijo Helen con toda firmeza-. Sabemos que usted aquí no pinta nada. Hasta el momento, cada vez que ha tenido que tomarse una decisión, ha hablado antes con ¿Millot? para que le dijera cómo actuar. Así que, por favor, no pierda el tiempo que no tenemos y vaya a hacer las consultas pertinentes.
En esta ocasión fue Ronet el que no pudo ocultar su furia. Ya que no le quedaba otro medio de expresión, al salir de la habitación cerró la puerta con tal violencia que hizo temblar todos los muebles del interior. Cuando esa misma puerta se volvió a abrir, no fue Ronet quien apareció.
-¿Agente Clarke? Por favor, acompáñeme. Tenemos que ponerle al tanto del plan de vigilancia.



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