lunes, 10 de febrero de 2014

Jinete Nocturno (XIV)

58


A Tom, Henri y Camille apenas les dio tiempo a reflexionar cuando se vieron sobresaltados por una llamada a la puerta.
-¿Quién puede ser? -preguntó Tom-. Se supone que nadie sabe que estamos aquí.
-Eso te lo puedo asegurar -dijo Henri-. Este lugar no lo conoce nadie. A lo mejor simplemente es un vecino extrañado de que se oigan ruidos en este lugar siempre vacío.
-No creo en las coincidencias -alguien volvió a llamar a la puerta-. Vete a preguntar quién es, yo te cubro.
Henri se acercó a la puerta y actuó como le había indicado Tom.
-Soy David Gaunt -contestó una voz al otro lado-. Winder me conoce.
Ante la mirada inquisitiva de Henri, Tom se puso a pensar a quién pertenecía ese nombre que tanto le sonaba. Entonces recordó a aquél tipo que había conocido en la fiesta de los Morgan la noche anterior. Parecía que había pasado un siglo.
-Le conozco -dijo en voz baja-, pero no sé qué demonios hace aquí.
-¿Qué demonios haces aquí? -preguntó Henri en voz más alta.
-Tengo un mensaje para Winder de Khun. Ha sido imposible localizarle.
Cuando Tom se había escapado del hotel Sainte-Croix con Henri se había deshecho de su móvil para que no pudieran seguirle la pista, por lo que la información de Gaunt podía ser cierta. Pero
-¿Y cómo nos ha encontrado? -susurró Tom.
-¿Y cómo nos has encontrado? -gritó Henri.
-Por favor, Henri -dijo Gaunt encantador-, yo también tengo mis recursos.
-También me conoce a mí -ahora el que hablaba entre murmullos era Henri- ¿Crees que nos podemos fiar de él?
-Os podéis fiar de mí -Gaunt no podía haber oído a Henri, pero era fácil adivinar sus pensamientos-. Winder, tengo una botella de Chardonnay del 89 para entregarte.
Los ojos de Tom se abrieron en su máxima expresión. Chardonnay del 89 era la clave que había acordado con Khun para situaciones como esa, cuando la confianza en una persona desconocida podía ser cuestión de vida o muerte. Hizo un gesto de asentimiento en dirección a Henri y este abrió la puerta.
Quien entro era Gaunt, a quien también conocemos como Davies. Una gran sonrisa decoraba su rostro buscando la complicidad de sus anfitriones, que sin embargo seguían sin tenerlas todas consigo.
-¿Qué haces aquí? -preguntó Tom para dejar las cosas claras desde el principio.
-En menuda nos has metido -replicó Davies sin perder la sonrisa-. No sé cuánta gente te estará buscando ahora mismo. Tengo que llevarte a un lugar seguro de inmediato.
-Este es un lugar seguro -dijo Henri, herido en su orgullo.
-No te lo tomes a mal, Henri, pero si yo he podido encontraros, otros lo harán en cualquier momento. Tengo que darte esto...
-Gaunt se llevó la mano al bolsillo interior de su americana. Pero no llegó a alcanzar su objetivo. Tom le dio tal puñetazo en la cara que le dejó tieso.
-¡Pero qué haces! -gritó Camille saliendo de la habitación en la que había ocultado hasta entonces.
-Primero marcamos la situación y luego ya haremos las preguntas -dijo Tom mientras se agachaba junto a Davies-. Mira el regalito que tenía -exclamó mostrando a Henri la pistola que Davies había intentado sacar.
-A lo mejor iba a dártela -dijo Camille.
-Sí, claro, así de improviso, para darme una alegría, ¿verdad, Camille? -dijo apuntándola con el arma.
-¿Pero estás loco? ¿Qué pretendes? -dijo Camille encogiéndose.
-¡Tom! Ten cuidado con lo que haces -dijo Henri interponiéndose entre la pistola y Camille.
-Tengo mucho cuidado, Henri. Ahora bien, sé que Camille está con ellos. Lo que no puedo creerme es que tú también me hayas traicionado.
-¿Pero qué dices? -Henri miró con incredulidad, primero a Tom y luego a Camille.
-Habla -dijo Tom imperativo dirigiéndose a Camille.
-No sabía que iban a venir a matarte -dijo Camille entre lágrimas- Lo juro, Tom. ¡Henri! Solo me dijeron que necesitaban localizarle para llevárselo a un lugar seguro.
-¿Henri? -dijo Tom mirando fijamente a su cuñado.
-No me puedo creer nada de esto -admitió Henri rendido-. Tienes que irte ya. En eso el tal Gaunt tenía razón, seguro que vienen a por ti.
-Tendría que hacer algo con este Gaunt...
-No te preocupes por eso, yo me ocuparé. Puedes confiar en mí.
Tom y Henri cruzaron una dura mirada en la que se dijeron más cosas de las que se podrían expresar con palabras. Finalmente, Tom hizo un leve gesto de afirmación y salió al pasillo con la pistola por delante.
59


Después de ausentarse durante unos minutos para intercambiar información con uno de sus agentes, que había requerido su presencia inmediata, Beliy volvió a reunirse con Clarke y Harker, quienes durante ese tiempo no habían dicho palabra, pero que habían tratado de transmitirse sensaciones y matices a través de sus miradas.
-Siento que tengamos que dar este agradabilísimo encuentro por terminado, pero me dicen que todo está ya en funcionamiento y tenemos que irnos. Helen, te recomendaría que te quedaras aquí...
-Ni se te pase por la cabeza.
-Me lo imaginaba. Pues vamos allá.


60


Tom había podido abandonar el edificio donde se encontraba el piso de Henri sin toparse con ninguna sorpresa. Pero una vez en la calle y seguro de que nadie le seguía, le atrapó el desasosiego. No tenía a nadie en quien confiar. No sabía a dónde ir. No acababa de comprender todo lo que Camille le acababa de contar. Solo tenía una opción: ir al café de la Ópera.


***


-¿Está todo preparado?
-Afirmativo.
-¿El equipo de vigilancia está operativo?
-Afirmativo.
-¿Tenemos a nuestros agentes desplegados acorde al plan de evacuación?
-Afirmativo.
-¿Está asegurado el perímetro?
-Afirmativo.
-¿Habéis comprobado...?
-Señor, que sí, que está todo preparado, que afirmativo a todo.


***


-¿No deberíamos ir saliendo ya?
-Estoy esperando la llamada de Ghazalan.
-Yo tengo que ir al servicio antes.
-¿Has comprobado la ruta? Que luego siempre nos perdemos.
-¿Cómo crees que me queda este traje? No quiero dar una mala impresión.
-Allí también servirán té, ¿no?
-Venga, luz verde. No me defraudéis.


***


Al menos ahora no me aburro. Aunque tener a toda esta gente a mi alrededor no me gusta. Es un fastidio que si ahora para aquí, que si ahora para allá. Y lo que se me viene encima es todavía peor. Quién me mandará a mí meterme en estros fregados. Pero bueno, habrá que apechugar con ello y comportarse como un hombre. Y si me pegan un tiro, pues mira, se acabó el espectáculo.


***


-Todo va según lo esperado.
-Pues será la primera vez que pasa en todo el día.
-Sí, no ha habido más que contratiempos. Pero ahora que ha llegado el momento culminante, parece que todo se ha encauzado.
-A ver, actualízame la situación.
-Beliy, Harker y Clarke ya han salido del almacén y se espera su llegada a la hora prevista. Los franceses tienen todo preparado según el plan. Los del FIL están de camino. Y Yurov está siendo trasportado ahora mismo hacia el lugar de la reunión.
-¿Y qué hay de Winder?
-No te preocupes por él. Davies nos ha confirmado que ya no supone ninguna amenaza.


***


-El oso está llegando a la cueva.
-El jockey también está de camino.
-Y el caballo preparado.
-Parece que los dátiles todavía no han aparecido.
-Sin problema, el halcón está a la espera.
-Y los gallos cantando.
-Me estoy haciendo un lío de mil demonios.
-El caso es que todo está preparado para la fiesta.


61


Mas tarde, los informes sobre quién hizo el primer disparo serían contradictorios. Nadie quería asumir la responsabilidad y todos cargaban la culpa a otros, fueran aliados o no. Aunque tampoco tenían muy claro quiénes eran ahora los aliados.
Yurov se había bajado del coche rodeado de gorilas como una estrella de cine. La discreción ya no le importaba lo más mínimo. Lo que sí le molestó fue que los del FIL todavía no estuvieran allí. Nadie le había hecho esperar desde hacía años.
Entró en el café y se situó fuera del alcance de miradas indiscretas. Sus hombres le avisarían cuando todo estuviera preparado.
Y la señal no tardó en llegar.
El cristal se rompió con estrépito apocalíptico. La gente empezó a correr y a esconderse debajo de las mesas o de lo que encontraran más a mano. Protegido por su más corpulento guardaespaldas, Yurov se perdió todo el espectáculo.
A los del FIL apenas les dio tiempo a hacerse una idea de la situación. Nada más poner un pie en tierra, había comenzado el zafarrancho, así que decidieron que estaban mejor donde estaban. Intentaron arrancar el coche, pero se encontraron con obstáculos insalvables y pronto el automóvil se había convertido en un cacharro inservible.
Desde la terraza de otro café situado enfrente del de la Ópera, Clarke y Harker tenían una posición más privilegiada para asistir al espectáculo. Justo cuando un camarero les hacía entrega de su comanda, se había el cataclismo. Había tiros por todas partes y explosiones que no se sabía a cuento de qué venían. Pronto también hubo encuentros a puñetazos y exclamaciones en todo tipo de idiomas.
Este fue el panorama que se encontró Winder cuando llegó al café. Instintivamente sacó el arma que había quitado a Davies, pero no sabía qué hacer con ella. En estos casos lo mejor es encontrar un buen parapeto y hacerse invisible. Un quiosco le sirvió a tal efecto.
Quien enseguida se hizo cargo de la situación fue Beliy. A través de una serie de órdenes concisas estableció la prioridad de acción. Sin discriminar ni caer en el sentimentalismo, ordenó a sus hombres que dispararan a todo lo que se moviera mientras se encargaban del rescate de Yurov. Todo estaba saliendo como había planeado.
No pasarían más de cinco minutos, pero todos estaban tan aturdidos que podrían haber jurado que habían pasado horas. Cuando todo el estrépito se detuvo, nadie sabía qué había pasado.


62


Helen había sido arrastrada por no sabía quién hasta un lugar seguro. Tras zafarse de las manos que la sujetaban, empezó a situarse.
-¿Alguien me puede decir qué demonios...?
Pero no pudo terminar la frase. En medio de un callejón solitario, tres hombres jugaban el juego más peligroso.
-¿Harker?
Harker apuntaba a Yurov.
-¿Beliy?
-Beliy apuntaba a Harker.
-¿Yurov?
Yurov también apuntaba a Harker.
-Malditos ingleses -dijo Beliy-. Helen, dime que tú no sabías nada de esto.
-Ni lo sabía ni lo sé. Por favor, que alguien me explique que está pasando.
-Secundo la proposición.
La voz había surgido fuerte y clara de una esquina. Solo Helen miró hacia allí.
-¿Winder? ¿Qué estas haciendo aquí?
-Solo dime a quién debo apuntar. Mi primera opción es Harker.
-¡No! Harker es de los nuestros. Creo...
-Sí, soy de los vuestros. ¿Qué tal, Tom? -dijo Harker sin dejar de apuntar a Yurov.
-Pues ahora mismo diría que en mí prevalece la sensación de desconcierto. No entiendo nada de esto.
-Con mucho gusto te lo explicaría, pero me pillas en un pequeño apuro. Haz el favor de apuntar a Beliy, que es ese señor al que no está apuntando nadie.
Tom miró a Helen, quien con una mirada dubitativa acabó por asentir.
-Bueno, muchachos, veo que seguís siendo los mismos cobardes y traidores de siempre -dijo Beliy-. Yurov, ¿que dices?
-Recuerdo que mi padre solía contarme la historia de un viejo campesino al que había conocido su padre. Toda su vida había trabajado con honestidad y sacrificio para sacar adelante a su familia. No se metía con nadie y solo se dedicaba de sol a sol a cultivar su campo. Un día llegaron unos hombres de la ciudad y le dijeron que su vida iba a cambiar de la noche a la mañana. Su tierra ya no era suya, era de todos. Pero a cambio, lo de todos también era suyo. Había llegado el momento del Paraíso en la tierra. El buen hombre no se fiaba de lo que le decían, pero había aprendido a no llevar la contraria. Así que puso sus tierras a disposición de la comunidad y siguió trabajando como siempre. Al año siguiente la tierra había pasado efectivamente a la colectividad y todo era realmente de todos. El pueblo entero había muerto de hambre.
-Conmovedor -dijo Harker.
Y disparó.
FIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario