viernes, 7 de febrero de 2014

Lo que cuenta es la ilusión, de Ignacio Vidal-Folch


Aunque suponemos que a Ignacio Vidal-Folch no le haría mucha gracia la comparación, varías veces, mientras leíamos Lo que cuenta es la ilusión, se nos vino a la mente la imagen de Jep Gambardella, el protagonista de La gran belleza. En los paseos desencantados de IV-F por Barcelona percibimos el mismo aroma de fin de época, de eclipse. Una desconfianza marcada por el sinsentido casi existencial y aligerada por el sentido del humor y la falta de pretensiones.

En Lo que cuenta es la ilusión acompañamos a IV-F durante tres años alrededor del mundo a través de entradas escogidas de su diarios. Pese a que se trata de un novelista (y muy raro en el panorama español, casi parece un personaje centroeuropeo), en este libro íntimo aparece más como un poeta. Y no solo por sus numerosas evocaciones líricas, sino por su visión de la vida, apesadumbrada pero colorida. Y es que poeta es el que no paga el alquiler.




Las diversas referencias a la “crisis” son las únicas pistas que tenemos sobre el momento en el que el libro fue escrito. No hay dataciones ni apenas se recogen referencias temporales. Como además la narración va a saltos y también geográficamente tan pronto nos encontramos en Cabo Verde como en una visita al Mar de Aral, la narración tiene algo de ensueño, como de caminar sobre las aguas.

No sé, es algo extraño. El lector se divierte con el humor zumbón del autor, para al momento sumirse en la reflexión más despiadada. Porque IV-F se muestra intransigente con todo lo que no le gusta (que es mucho), pero en el fondo vemos en él algo de vivificante, quizá debido a que su crítica comienza consigo mismo, y eso, además de justificarle también le da cancha para comprender.


Editorial Destino


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