lunes, 9 de marzo de 2015

Medianoche en el jardín del bien y del mal, de John Berendt


Si en La ciudad de los ángeles caídos John Berendt conseguía algo tan improbable como descubrir Venecia, ciudad tan trillada que parecería imposible encontrar nuevas cosas que contar, y cuya belleza mítica casi imposibilita dotarla de misterio a estas alturas de descreimiento, en Medianoche en el jardín del bien y del mal lo tenía mucho más fácil a la hora de sorprender al lector con un mundo insólito, desconocido y donde, al parecer, cualquier cosa es posible.

En los ocho años que Berendt vivió en Savannah le fue imposible integrarse en su aislada sociedad (empeño para el que harían falta varias generaciones), pero de algún modo (no desvelado) se las arregló para ganarse la confianza de sus vecinos y poder conocer algunas de las interioridades que hacen tan particular esta ciudad del sur de Estados Unidos; porque la mejor cualidad de Berendt no es su ya de por sí excelente escritura, limpia y directa, sino su capacidad para mimetizarse con su entorno y convertirse en testigo privilegiado y confesor imparcial.




La primera parte de Medianoche es un panorama de esa ciudad tan peculiar como Savannah, considerada por Le Monde como la ciudad más bella de Norteamérica, orgullosa de su señorío, anclada en el pasado y hostil a cualquier injerencia, Savannah parece un fuerte en constante lucha por mantener su identidad y preservar la independencia. Pero lo más llamativo del retrato de Berendt es la galería de personajes que pasan por sus páginas: lo que vimos en la fantástica adaptación de Clint Eastwood se queda en poco comparado con el desfile de excéntricos, alucinados y desquiciados que podemos conocer en el libro de manera mucho más detallada.

Cuando ya nos hemos aclimatado perfectamente al ambiente de Savannah y hemos comprendido el encanto de esta ciudad de lunáticos, se inicia la segunda parte del libro, dedicada a las peripecias judiciales en torno a Jim Williams, acusado de asesinato, momento en el que Berendt tendrá que combinar su papel como reportero y su relación con algunos de los implicados con un distanciamiento nada fácil, pero el cronista logra desaparecer cuando es necesario y volver al centro de la acción cuando así se le demanda.  

Si las escenas del juicio están retratadas con una sorna totalmente justificada, es en la mezcla entre los procedimientos legales más rutinarios y la intromisión de lo sobrenatural donde se produce el efecto más chocante. La magia negra, las visitas a los cementerios, los hechizos, son vistos con la misma mezcla de escepticismo y fascinación que los sucesivos juicios a los que se ve sometido Williams. Y es que, como decíamos, todo es posible en Savannah.

Editorial Random House
Traducción de Miguel Martínez-Lage

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