Con lo puesto es
uno de esos libros que no solo pueden leerse del tirón, sino que
también parece estar escrito de una sentada. Y no porque en él Alan Bennett no haya incluido, detrás de una aparentemente simple
anécdota, una rica historia de múltiples interpretaciones, sino
porque la fluidez del estilo, la armonía con la que está
desarrollada la peripecia, es tan natural que se diría que surge
casi sin esfuerzo.
Como pasa con
todas las novelas cortas y los cuentos de de Bennett, se trata de
una lectura feliz, lo que se suele calificar como "deliciosa",
aunque también es cierto que detrás de su aparente ligereza y su
buen humor se esconde un retrato a menudo incómodo. En Con lo
puesto nos encontramos con una pareja mal avenida que ve
trastocada su rutina de aburrimiento y ritos monótonos cuando un
día, al volver de la ópera, se encuentran con su casa totalmente
desvalijada.
Sus
protagonistas se ven ante una oportunidad de partir de cero, de dar
algo de color a una vidas grises y cuya única perspectiva es la
extinción. Por eso, al final, solo pervivirá quién ha conseguido
ver que en su existencia puede haber algo más que sumisión e
hipocresía. No se trata de un alegato de Bennett en contra del
conformismo, es un autor demasiado sutil para caer en el buen rollo
sentimental, pero sí una historia sobre la rebelión íntima y la
bondad.
A fin de
cuentas, toda la literatura de Bennet trata sobre personas normales a
las que un incidente de apariencia mínima les transforma la vida.
Son encuentros inesperados, situaciones excepcionales, revelaciones
repentinas, que de golpe y sin avisar hacen replantearse a sus
protagonistas todas sus convicciones. Y, ante todo, triunfa la
admirable voluntad de Bennett por hacer de la lectura un placer
desprejuiciado, quizá su apuesta más arriesgada.
Editorial
Anagrama
Traducción
de Jaime Zulaika
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