En su prólogo a
Delfos, Michael Scott afirma que "la comprensión del mundo
antiguo y, desde mi punto de vista, de toda la humanidad, está
incompleta si no se comprende Delfos". Antes de meterse en el
más complejo análisis de la segunda parte del enunciado, hay que
admitir que después de leer el libro de Scott, de su afirmación
inicial no hay ninguna duda: Delfos, más allá de su famoso oráculo,
concentro en un pequeño y apartado lugar de Grecia la esencia de su
época.
Una época que,
por otro lado, se alargó desde al menos el siglo VIII a.C. hasta el
siglo VI d.C., aunque extensiones plausibles hacia atrás y hacia
adelante bien podrían convertir su historia en la historia de
Occidente, desde el nacimiento de la civilización hasta lo que para
muchos sería su destrucción, escenificada por hordas de turistas
insaciables, pasando por distintas eras de esplendor y decadencia,
gloria y destrucción.
Como decíamos,
Delfos no solo fue la sede del más famoso y respetado oráculo de la
Antigüedad, sino que también acogió la celebración de los Juegos
Pitios, en su momento tan populares como los Olímpicos; y además a
lo largo del tiempo se convirtió en un complejo monumental en el que
se podían admirar algunos de los logros más destacados del arte
clásico. Estas circunstancias hicieron de Delfos el lugar propicio
para dirimir las más variadas cuestiones de lo que en aquella época
era el centro del mundo.
No es de
extrañar pues que se considerara Delfos como, literalmente, el
ombligo del mundo. Con todo este material, Michael Scott, quien
parece saberlo todo sobre el lugar y tiene una gran habilidad para
transmitir sus conocimientos, compone un libro detallado y erudito
que repasa todas las fases de la historia délfica con erudición y
humildad, pues si bien no deja escapar ni un solo detalle que
considere trascendente, es consciente de que el estado actual de
conocimiento sobre Delfos no deja de ser limitado.
Por ello, Scott
en todo momento deja claro que esto es lo que se sabe hasta ahora,
pero que las interpretaciones podrían cambiar radicalmente con un
solo hallazgo. Pero hay una idea que pervivirá a cualquier nuevo
descubrimiento, lo que nos lleva de nuevo al planteamiento inicial.
¿Puede ayudar conocer la historia de Delfos a entender a la
humanidad? ¿Realmente esas personas que creían con fe ciega lo que
les decía una mística, supuesta portavoz de Apolo, eran como
nosotros?
Sí, sin ninguna
duda. Podemos burlarnos de la credulidad de los griegos, pero en la
actualidad siguen existiendo los horóscopos, así que tampoco hay
que pecar de soberbia. Y esto es solo una anécdota. Por mucho que se
repita, no deja de ser sorprendente que los antiguos griegos lo
inventaran todo, desde la Historia y la Filosofía hasta el teatro o
la democracia. Pero todavía más turbador, o quizá tranquilizador,
es que los hombres y mujeres contemporáneos siguen moviéndose en
prácticamente los mismos parámetros mentales que estos antepasados
tan peculiares. Nada nuevo bajo el sol.
Editorial
Ariel
Traducción
de Francisco García Lorenzana
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