La puerta de los ángeles es una novela repleta de misterios. Para empezar, bajo su
apariencia de librito, esconde una nueva obra maestra de Penelope Fitzgerald. Su anécdota central ni tan siquiera alcanza la categoría
de argumento, y sin embargo tiene una fuerza que pocos libros
cargados de ambiciones alcanzan. Su estilo es ligero, fluido, sin
alardes de estilo, pero incluso a través de la traducción
(excelente, eso sí) se filtra el don para la escritura por el que
Fitzgerald estaba bendecida.
Al principio
puede parecer la típica novela inglesa de campus, con sus personajes
excéntricos y sus diálogos en los que conviven con toda naturalidad
propuestas trascendentes y una ironía omnipresente. Pero Fitzgerald
es una experta en jugar con el lector (en el mejor sentido), y no
solo se permite alegres saltos temporales y de punto de vista, sino
que llegado un punto incluso se salta toda coherencia interna para
introducir una historia aparentemente ajena, abandonando el punto de
vista omnisciente para dar voz a un personaje secundario que se
adueña de narración. Y funciona.
Como decíamos,
apenas hay historia que contar. Tenemos a un joven profesor de
Cambridge, científico pero que se fija en las cosas, y a una todavía
más joven aspirante a enfermera, libre y generosa hasta el crimen.
Un choque literal. Poco más que una screwball
comedy. También se plantean cuestiones como la pérdida
de fe, la existencia del alma o los límites del racionalismo. Y
estamos en el momento mismo del nacimiento de la física atómica
moderna. Elementos, como se ve, que no parecen muy fáciles de ligar.
Pero...
Fitzgerald se lo
toma todo a broma, pero con la mayor seriedad. Tiene algunos momentos
que obligan a dejar el libro para desquitarse de la risa a gusto. Y
escenas en los que, bajo una capa de sátira, plantea problemas
eternos. También tiene otro misterio que no vamos a desvelar, pero
que da al libro todavía otra capa de trascendencia. Con los poderes
que le otorga la condición de escritora y creadora de mundos,
Fitzgerald se guarda la posibilidad de conseguir la armonía
perfecta.
Es muy difícil
analizar un libro como La puerta de los ángeles, de hecho
intuimos que penetrar en todos sus secretos sería como descifrar el
código de un libro de claves. La lectura misma de la novela es un
placer que no admite explicaciones, porque si nos paramos a pensar en
qué consiste su maestría, por qué nos lo hace pasar tan bien y nos
provoca tales sensaciones de plenitud, nos quedaríamos perplejos,
sin capacidad de articular una explicación mínimamente convincente.
Y, sin embargo,
estamos seguros de estar ante un libro único es irrebatible. Bueno,
no tan único. Fitzgerald tiene más novelas.
Editorial
Impedimenta
Traducción
de Jon Bilbao
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