Que si su estilo
es deslavazado, que si es literatura juvenil, que si sus novelas son
larguísimas, que si abusa sin pudor de las coincidencias, que si tienen poco rigor histórico... Hay
muchos motivos para dejar de lado a Alejandro Dumas, pero los
alicientes para volver a leerlo ganan por aplastante mayoría. Porque
es cierto que Veinte años después es una novela extensa
(setecientas páginas de apretada letra en esta edición), pero no lo
es menos que en ella nos encontramos de todo.
Hay aventura,
por supuesto, pero también intriga, melodrama, recreación
histórica, y ante todo una predisposición dionisiaca por pasárselo
bien. La lectura ahora de esta novela, quizá veinte años después
de haber disfrutado por primera vez de Los tres mosqueteros,
devuelve todo el entusiasmo adolescente que producía el descubrir
un tipo de lectura libre y febril, en el que la acumulación de
peripecias no abotargaba, sino que producía una continua sensación
climática.
En Veinte
años después, los mosqueteros se ven envueltos en intrigas
palaciegas de todo tipo (y cuya comprensión no es estrictamente
necesaria), en el intento de salvación de Carlos I de Inglaterra, en
dos conatos de guerra civil, uno en miniatura y otro en toda su
extensión, que son capaces de evitar. Y mientras llevan a cabo sus
peligrosas misiones, también tendrán que enfrentarse a un enemigo
demoníaco, el pérfido Mordaunt, cuya maldad está a la altura de la
de su madre...
Al mantener una traducción añeja (convenientemente corregida), se redobla la sensación de vuelta a un lugar especial. Quizá fue aquí donde descubrimos por primera vez algunas palabras (como tahalí), y de la misma manera se nos transmite la impresión de regresar a al manantial de donde todo surgió, a los libros donde nació la fascinación por la literatura y que, milagrosamente, mantiene su capacidad para hechizarnos.
Es imposible
recuperar la inocencia de la lectura de descubrimiento, pero no deja
de llamar la atención cómo las aventuras de los tres mosqueteros
han marcado de tal forma la ficción posterior. Más allá de las
obras directamente inspiradas en los personajes de Dumas, sería
imposible catalogar todos los libros y películas que han surgido de
esta fuente primigenia. Como mitos modernos, D'Artagnan, Athos,
Porthos y Aramis se han convertido en figuras tutelares de la
literatura de aventuras contemporánea.
Esto se debe sin
duda a la fantasía de Dumas, capaz de crear escenas memorables en
una cantidad abrumadora, y de mezclar géneros con una naturalidad
sorprendente. Pero sobre todo por su creación de personajes
imbatibles (en más de un sentido). La astucia de D'Artagnan, la
nobleza de Athos, la bonhomía de Porthos, el refinamiento de Aramis,
y sobre todo la exaltación de la amistad y del honor, elevan a estos
mosqueteros, en la mejor tradición homérica, a la categoría de
símbolos atemporales.
Editorial
Edhasa
Traducción
de editorial Lorenzana, revisada por Carlos Pujol Jaumandreu y Carlos
Pujol Lagarriga
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