martes, 2 de septiembre de 2014

El innombrable, de Samuel Beckett


Samuel Beckett es uno de los escritores más influyentes del siglo XX, lo que es solo una más de las múltiples paradojas de su obra. Porque pocos autores habrá más singulares, en apariencia inimitables, y además tan radicales y destructivos: sus libros más invitarían a la extinción que a la fertilidad. Y sin embargo, los años 50 y 60 se vieron atravesados por una oleada de beckettianos, y todavía hoy en día sigue teniendo ilustres continuadores (como se hace evidente, por ejemplo, en la escritura de Paul Auster). Quizá todo se deba a que Beckett supo expresar como nadie un sentimiento muy extendido, el nihilismo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Quizá todo fue un malentendido.

También es extraño que tengamos a Beckett por un referente, que su estilo, su esencialidad, su broma permanente nos fascine, y cuando nos ponemos a leerlo, se nos hace tan cuesta arriba. Es practicamente imposible mantener una lectura serena y completa de sus libros, y no únicamente por sus características reiteraciones o por sus caídas en lo absurdo (aquí, más que nunca, el tópico es totalmente cierto). Hay en la escritura de Beckett una aspereza, una misantropía, que convierte el acto de la lectura en un desafío tan exigente que se convierte casi en físico. Hasta el cerebro suda.




En El innombrable, última parte de la trilogía completada por Molloy y Malone muere, Beckett lleva su apuesta al límite. El autor se desprende de cualquier arraigo con lo que se entiende por realidad, todo sucede en la mente del escritor, quizá del escritor que escribe sobre un escritor, aunque es válida la sospecha de que quien escribe no existe, y por eso se hace tan complicado escribir. Todo así de clarito. Es como esos autores que dedican cientos de páginas a explicar que es imposible hacerse entender. O los solipsistas que buscan a otros como ellos. Un libro sobre la imposibilidad de escribir libros.

O vaya a saber qué. Beckett esencial. Una desesperanza ontológica, una búsqueda sin objeto, un descenso interior que conduce al vacío. Un torrente de palabras que impiden el paso al lector, pero que al tiempo le acribillan a cuestiones y retos. Y, todo ello, como también es típico en Beckett, expresado con un humor loco y descarado, que ni tan siquiera es una vía de escape ante el sinsentido, sino una manifestación más de esa lucha por encontrar una realidad a la que aferrarse, un duelo que se sabe perdido desde el principio, pero por el que merece la pena batirse. Total, no nos queda otra.

Alianza Editorial
Traducción de Rafael Santos Torroella

1 comentario:

  1. En narrativa, también demostró no ya maestría, sino genialidad, basada en audaz y silencioso atrevimiento. Otra obra maestra y quizá no suficientemente conocida

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