martes, 30 de septiembre de 2014

Espíritu festivo, de Robertson Davies


En otras ocasiones hemos hablado del carácter atemporal de la escritura de Robertson Davies, pero en Espíritu festivo se detecta más claramente que nunca su legado victoriano. Los relatos aquí incluidos, aunque desarrollados en el Canadá de los años 60 y 70, tienen un aire inequívocamente decimonónico y evocan momentos idílicos de lectura, con chimenea y mantita incluidos. Hasta tal punto el estilo de Davies es sugerente que el lector tendrá que poner poco de su parte para adentrarse en este mundo de fantasía en el que entablar conversación con el fantasma de Jorge IV es lo más normal del mundo.

Y sin embargo los cuentos de Espíritu festivo no fueron pensados para ser leídos en la comodidad del hogar, sino que eran una tradición de las reuniones navideñas del Massey College, en las que Davies agasajaba a los invitados con sus relatos de fantasmas. Estaban, pues, concebidos para ser leídos en voz alta, y preferiblemente ante un público reducido, como los mejores cuentos de terror. Pero lo cierto es que no notamos ninguna pérdida: no se trata de historias para asustar, sino para divertir, y bien que nos lo pasamos.




El tono de Davies es siempre irónico, pero mantiene el respeto debido a sus modelos. Puede que sus apariciones no nos den miedo y sí bastante regocijo, pero es el propio Davies quien se sitúa en el centro de la broma. Ya aparezca como sabio que todo lo sabe o como cansado anciano harto de tantas apariciones, Davies en todo momento mantiene una postura bienhumorada y feliz. Incluso las referencias a la historia de Canadá, que nos pillan un poco lejos, o los guiños personales, que solo podemos adivinar, dan colorido a unas historias que son como tragos de ponche: entran fácil y alegran el momento.

También es curioso que algunos de los relatos, pese a situarse en el terreno de la creación especulativa, no solo sean capaces de reflejar un momento preciso de la historia (con los movimientos estudiantiles como un motivo más de chanza para el socarrón Davies), sino que podemos hacer una fácil traslación a nuestro país ahora mismo, como en Los peligros del signo doble (!), donde un aprendiz de brujo (literal (!)) de inclinaciones separatistas libera al diablo y se ve superado por los acontecimientos.

Editorial Libros del Asteroide
Traducción de Concha Cardeñoso Sáenz de Miera

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