jueves, 11 de septiembre de 2014

Lluvia de hielo, de Peter Stamm


Aunque cada uno de los nueve cuentos que forman Lluvia de hielo transcurre en un lugar diferente y sus protagonistas tienen caracteres muy diversos, es precisamente esta transitoriedad la que da unidad al libro. Todos sus personajes se mueven como desplazados, incluso cuando simplemente están de vacaciones parecen sufrir un exilio. En todo momento y situación están fuera de lugar, buscando un objetivo inconcreto que, además, cuando se halla es dejado atrás sin más explicaciones.

El estilo de Peter Stamm es elusivo, tan parco que algunos de sus relatos ocupan apenas un par de páginas, lo que no impide que su capacidad para sugerir sea profusa. Como en los mejores cuentos modernos, lo que se cuenta es solo la superficie de una historia mucho más profunda, con unas implicaciones que el lector solo llegará a vislumbrar, sin poder llegar a más certezas de las que su intuición le permita. De esta manera el subtexto cobra una relevancia no ya complementaria, sino que es la principal herramienta del autor.




La expresión de los sentimientos también se contagia de esta misma sequedad. Desde En la laguna de hielo, relato que abre el libro, nos acostumbraremos a una narración en la que los sucesos más terribles son narrados con absoluta frialdad, como si ese clima gélido que atraviesa todo el libro afectara también a la manera de expresarse. Y así llegamos al último cuento, que da título a la colección. Imposible empatizar con sus protagonistas, ni tan siquiera llegamos a comprender del todo sus motivaciones y sus actos.

Como en el relato muy expresivamente titulado A la deriva, tenemos la impresión de que los personajes creados por Stamm se mueven por inercia, siembre cayendo, ni tan siquiera empujados por la depresión, sino sencillamente desencantados, sin el impulso vital necesario para seguir luchando. Han quedado congelados, sin expectativas ni capacidad de reacción. Al final, volverán al mismo punto de partida. Y así, el lector, queda impactado no por la desolación manifestada en rebeldía e ira, sino por la falta misma de espíritu.

Editorial Acantilado
Traducción de María Esperanza Romero

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