Cuando se dice
de un autor que es un "escritor para escritores" suele
haber varias interpretaciones diferentes (si no es un comodín que
esconde que no se tiene mucho más que decir sobre él, o que no se
le ha leído, con justificación). En el caso de Thomas Wolfe, aparte
de certificar un hecho objetivo (Wolfe quizá fue el escritor
americano más admirado entre la generación posterior), también
puede indicar la dificultad que puede suponer para un lector "no
experto" el entrar en su obra.
El estilo de
Wolfe es detallista, moroso, sin miedo a la reflexión y al
embelesamiento estético. Salvando las distancias, se le podría
comparar con Gabriel Miró, un autor más preocupado por la belleza
de la frase y la descripción exhaustiva que por el argumento y el
desarrollo dramático. Esto es especialmente cierto en novelas largas
(muy largas) como El ángel que nos mira, uno de esos libros
que exigen lectores especiales.
Por eso quizá
para aproximarse a Wolfe es mejor empezar con libros como
Especulación, una novela corta (se lee en una hora) en la que el
autor, sin traicionar su estilo, va al grano y realiza un retrato
instantáneo, casi al natural. Por otra parte, el tema de
Especulación no podría ser más actual: nada menos que una
burbuja inmobiliaria. Así que en esta ocasión en lugar de un libro
distante y frío, nos encontramos con una narración viva y que
comprendemos muy bien.
Pero más que
moral, la visión de Wolfe sigue siendo estética. Para él la
avaricia y el disparate económico tiene unas consecuencias que van
más allá de la ruina monetaria: se trata de la destrucción del
pasado, de todo lo que era bello, en pos de unas ilusiones que no
llevan a ninguna parte. A fogonazos, sin más dibujo psicológico que
el apunte discreto, Wolfe firma una nouvelle salida más de la
necesidad inmediata que de la, digámoslo así, especulación
intelectual.
Editorial
Periférica
Traducción
de Juan Sebastián Cárdenas
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