Si
al final de Un paraíso inalcanzable nos quedábamos con ganas de
resolver algunas cuestiones pendientes, en El regreso de Titmuss JohnMortimer se las arregla para frustrar las expectativas del lector, y
que sin embargo este salga de las páginas de su libro plenamente
satisfecho. Mortimer opta, con acierto, por centrarse en Titmuss, el
personaje más misterioso y complejo de los presentados en la primera
parte de esta trilogía, y aunque también en este caso, al finalizar
la novela la incógnita se mantenga en gran medida, a lo largo de la
historia hemos podido disfrutar de una historia irónica y
maquiavélica con el mejor aroma de retranca inglesa.
Como
sucedía en Un paraíso inalcanzable, ya desde el primer párrafo el
lector con fobia a los pajaritos y todo lo verde se pondrá en
actitud defensiva. “Entre los árboles se contaban hayas, abedules,
arces y tejos. (…) El eléboro violeta y la orquídea nido de
pájaro crecían bien allí y proliferaban las gencianas y el
tomillo...”. Pero la historia que va a empezar a desarrollarse
tiene poco de bucólica y mucho de sarcasmo, retratando tan bien el
cinismo de sus personajes que a veces el autor está a punto de
cruzar él mismo esa linde, con lo que la novela se sitúa en la
estela de House of Cards (la versión británica es contemporánea) y
puede así complacer al lector más reticente.
En
realidad El regreso de Titmuss pertenece a ese poblado género tan
británico que retrata la destrucción de la magnífica campiña
inglesa y, más en general, del glorioso pasado de la isla, en aras
de una modernización destructiva y sin memoria. Más allá de lo que
esto pueda tener de leyenda (cualquier tiempo pasado...), la
conversión de Inglaterra en un país de peluqueros parece evidente.
Como dice uno de los personajes principales, lo que más detesta del
partido conservador es que no sean conservadores: debido a la
política de capitalismo salvaje instaurada por Thatcher, todo lo que
hacía a los ingleses sentirse orgullosos de sí mismos estaba siendo
sustituido por la única ambición de hacerse ricos.
Pero
la contradicción se hace evidente en el mismo Titmuss, quien desdeña
a todo aquel que no comulga con el axioma de que el dinero mueve el
mundo, pero que en su vida particular tiene motivos mucho más
elaborados para actuar como lo hace, siendo el rencor su principal
acicate. Son personas como él las que hacen que “las cosas buenas
-las luciérnagas, las lechuzas, las tierras cultivadas, las
pescaderías y las chicas a quienes les gustaba que las llamasen
guapas- estén en franca retirada”. En la tercera parte de la
trilogía Mortimer retrata la llegada al poder de los laboristas,
para muchas una versión con un cierto tinte verde de los
conservadores. Pero no creemos que Titmuss se quede con las brazos
cruzados. Veremos.
Editorial
Libros del Asteroide
Traducción
de Magdalena Palmer
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