miércoles, 27 de agosto de 2014

¿Para qué sirve el arte?, de John Carey


Antes de responder a la pregunta de ¿Para qué sirve el arte?, John Carey resuelve la en apariencia sencilla pero endiabladamente confusa cuestión de ¿qué es una obra de arte? Y su respuesta es tan contundente que puede escamar: una obra de arte es aquello que una persona considera como tal. El propio autor confiesa que esta resolución cae en el relativismo, pero lo que en ciencia sería improcedente, en materia artística es admisible. Y Carey, con la sólida argumentación de un maestro en el tema y la irresistible ironía de un escritor que sabe manejar al lector a su gusto, derriba todas las reticencias que se le podrían plantear.

Al desmontar todos los principios por los que se suele categorizar lo que es arte y lo que no (juicios de valor, juicios de autoridad, la universalidad, el valor moral...), Carey llega a una conclusión que pese a ser polémica se demuestra evidente. Ninguna apreciación vale más que otra, ningún atributo tiene más importancia que otro, ninguna escala arbitraria puede servirnos para decidir lo que es arte y lo que no, solo el gusto personal es válido y allá cada uno con sus perversiones. Si una misma persona cambia de opinión a lo largo de su vida (¡a lo largo de un libro!), ¿cómo va a juzgar y criticar el gusto de los demás?




Porque la historia del arte es un terreno fértil para sacerdotes y hermeneutas (alguno reseñado recientemente en este mismo blog) que se arrogan de unos poderes casi divinos (a veces incluso textualmente, como cuando se sacraliza el arte) y que utilizan la cultura como un medio más de segregación social: los gustos se convierten en una frontera para saber quiénes son los nuestros y despreciar a todos aquellos que no comparten nuestras preferencias, que son las que valen. El desdén por la cultura popular (paradójicamente tan extendido) se puede ver en realidad como una expresión de clasismo apenas disimulado.

Otra propuesta también polémica de Carey es que la literatura es superior a las demás artes. En coherencia con su postulado relativista, admite que es una opinión totalmente subjetiva, pero demuestra con abundancia de ejemplos que no es una opinión gratuita ni disparatada. Para evidenciar esta supremacía de la literatura se apoya sobre todo en la capacidad crítica de la literatura; en su intrínseca naturaleza difusa, abierta a interpretaciones; y en la respuesta a la pregunta que da título al libro: el arte puede ayudar a mejorar la autoestima y a una mayor integración social. Son solo opiniones que hemos leído en un libro. A nosotros nos valen.

Editorial Debate
Traducción de Teresa Arijón

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