Antes
de responder a la pregunta de ¿Para qué sirve el arte?, John Carey
resuelve la en apariencia sencilla pero endiabladamente confusa
cuestión de ¿qué es una obra de arte? Y su respuesta es tan
contundente que puede escamar: una obra de arte es aquello que una
persona considera como tal. El propio autor confiesa que esta
resolución cae en el relativismo, pero lo que en ciencia sería
improcedente, en materia artística es admisible. Y Carey, con la
sólida argumentación de un maestro en el tema y la irresistible
ironía de un escritor que sabe manejar al lector a su gusto, derriba
todas las reticencias que se le podrían plantear.
Al
desmontar todos los principios por los que se suele categorizar lo
que es arte y lo que no (juicios de valor, juicios de autoridad, la
universalidad, el valor moral...), Carey llega a una conclusión que
pese a ser polémica se demuestra evidente. Ninguna apreciación vale
más que otra, ningún atributo tiene más importancia que otro,
ninguna escala arbitraria puede servirnos para decidir lo que es arte
y lo que no, solo el gusto personal es válido y allá cada uno con
sus perversiones. Si una misma persona cambia de opinión a lo largo
de su vida (¡a lo largo de un libro!), ¿cómo va a juzgar y
criticar el gusto de los demás?
Porque
la historia del arte es un terreno fértil para sacerdotes y
hermeneutas (alguno reseñado recientemente en este mismo blog) que se arrogan de unos poderes casi divinos (a veces
incluso textualmente, como cuando se sacraliza el arte) y que
utilizan la cultura como un medio más de segregación social: los
gustos se convierten en una frontera para saber quiénes son los
nuestros y despreciar a todos aquellos que no comparten nuestras
preferencias, que son las que valen. El desdén por la cultura
popular (paradójicamente tan extendido) se puede ver en realidad
como una expresión de clasismo apenas disimulado.
Otra
propuesta también polémica de Carey es que la literatura es
superior a las demás artes. En coherencia con su postulado
relativista, admite que es una opinión totalmente subjetiva, pero
demuestra con abundancia de ejemplos que no es una opinión gratuita
ni disparatada. Para evidenciar esta supremacía de la literatura se
apoya sobre todo en la capacidad crítica de la literatura; en su
intrínseca naturaleza difusa, abierta a interpretaciones; y en la
respuesta a la pregunta que da título al libro: el arte puede ayudar
a mejorar la autoestima y a una mayor integración social. Son solo
opiniones que hemos leído en un libro. A nosotros nos valen.
Editorial
Debate
Traducción
de Teresa Arijón
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