No
hay apuesta más arriesgada para un escritor que incluir en una
novela una historia que debe fascinar a sus personajes. Con que el
lector plantee la menor reticencia, todo el cimiento sobre el que se
apoya la suspensión de la incredulidad se viene abajo. Pero Austin Wright tiene la audacia suficiente para doblar esta apuesta y en Tres noches incluye nada menos que una novela íntegra que debe transmitir
la sensación de estar totalmente cautivo de una narración. Hace
falta mucha audacia para intentarlo y mucho talento para lograrlo. Y
Wright hace saltar la banca.
Animales
nocturnos, la novela escrita por uno de los personajes de Tres
noches, es una sobrecogedora narración de implicaciones que van
mucho más allá de un convencional relato de misterio. Un simple
paso en falso hace que la vida de su protagonista cambie de la noche
a la mañana. Lo inimaginable, la tragedia más pura, aparecen
primero como algo que no te puede pasar a ti y más tarde como una
realidad imposible de asumir. Si al principio la tensión hace casi
imposible apartar la lectura, más tarde la incomodidad y la
turbación serán tan poderosas que la necesidad de conocer el
desenlace tiente con echar una ojeada preventiva a las últimas
páginas.
Uno
de los reclamos publicitarios más comunes para vender una novela es
eso de “no se puede dejar de leer”. Podría causar cierto rubor
que sea el autor mismo quien dijera eso de su propia obra, pero en
Tres noches, cuando Susan, la lectora de Animales nocturnos, lo dice,
parece plenamente justificado. Hay algo en esa historia que provoca
perpetua inquietud, con un terror subterráneo que cuando explota lo
hace sin dejar testigos, algo relacionado con el destino y la
fatalidad, la responsabilidad, la aceptación, la venganza. Grandes
asuntos tratados a ritmo de thriller y sin concesiones.
Pero
es que, por si esto fuera poco, Tres noches es mucho más. En cierta
medida se podría considerar un libro experimental, pues pocas veces
un personaje de un libro lee al mismo tiempo que el lector una
novela, que va comentando y a la que aporta su propio punto de vista,
lo que sumado a la propia experiencia del lector provoca una especie
de mise en abyme fascinante. Cierto que por momentos la ruptura en la
narración de Animales nocturnos puede impacientar al lector, pero a
fin de cuentas la historia paralela enriquece la comprensión de la
lectura y plantea sugerentes cuestiones. ¿Puede un lector llegar
alguna vez a comprender de toda las intenciones del autor? ¿Somos
capaces de cambiar el pasado a través de la literatura? ¿Puede
realmente un libro cambiarnos la vida? A esta última pregunta
siempre hemos respondido: un libro no, pero muchos libros sí. Y Tres
noches es muchos libros en uno.
Editorial
Salamandra
Traducción
de Héctor Silva
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