Hoy
en día H. G. Wells es recordado sobre todo por sus novelas de
ciencia ficción, obras como La máquina del tiempo o El hombre
invisible que se pueden considerar como fundacionales. Pero
curiosamente estos fueron los primeros libros escritos por Wells, y
tanto su personalidad como su obra van mucho más allá de este
limitado campo. Socialista convencido, ateo en una época en la que
no era común admitir tal “pecado” y defensor del amor libre,
Wells se adelantó a su tiempo no tan solo en su literatura, sino
también en su vida.
El
mismo Wells reconoce en este Experimento en autobiografía que sus
novelas de temática sexual serían las primeras en ser olvidadas,
pero hubiera lamentado que no fueran las únicas en pasar a un
segundo plano. Su inquietud intelectual también le llevó a escribir
numerosos textos políticos (su pasión siempre fue lograr la paz
mundial a través de un gobierno internacional) e históricos
(conocemos su Breve historia del mundo, encomiable intento
divulgativo, aunque hoy ha quedado desfasado), además de numerosas
novelas de gran ambición y éxito en su momento, aunque hoy se haya
perdido su rastro.
En
Experimento en autobiografía Wells deja claro desde el principio que
a estas alturas de su vida (redactó el libro a los setenta años,
cuando ya no tenía nada que demostrar), había decidido escribir el
libro primero para sí mismo, y solo de manera secundaria para los
lectores. A través de este experimento pretendía construir un
relato de su propia vida, desenmascarar a la persona que se escondía
detrás de la figura pública llamada H. G. Wells y tratar de
comprender el sentido de su existencia. Desde luego, ambición no le
faltaba.
Al
final lo que consiguió fue un voluminoso libro muy detallado en
algunos aspectos (conocemos la dureza de su humilde infancia, su
lucha por conseguir un lugar prominente en una sociedad que no se lo
ponía fácil a los recién llegados, sus cuitas sentimentales, sus
posiciones políticas y filosóficas en todo tipo de temas), pero que
pasa muy de refilón sobre su perfil literario. Wells apenas hace
mención al proceso creativo ni se detiene demasiado en hablar de sus
novelas: quizá pensaba que para eso ya estaban las novelas mismas.
Experimento
en autobiografía también se lee como un registro de algunas de las
personalidades más relevantes de su época. Como siempre pasa con
este tipo de libros, es curioso cómo el autor pone a la misma altura
a autores hoy todavía reverenciados, caso de Henry James o Georges
Bernard Shaw, y a otros que solo sonaran a los especialistas. En
cualquier caso, su juicio queda más que en entredicho cuando vemos
que se rinde en alabanzas nada menos que ante Stalin, al que Wells ve
como garante de la paz y la prosperidad.
Wells,
de formación científica, siempre ha sido valorado por su gran
inventiva y por su capacidad para crear mundos fantásticos, pero su
estilo es más bien romo. En una escena que parece sacada del manual
de la autobiografía literaria, Wells cuenta cómo de niño sufrió
una enfermedad que le mantuvo unos meses en cama, lo que despertó su
vocación literaria, ya que durante su tiempo de inactividad forzada
se dedicó a devorar novela tras novela. En su autobiografía,
limitado el espacio para la imaginación, encontramos a un Wells sin
coartadas, precisamente al Wells que el mismo autor se había
propuesto desvelar.
Editorial
Berenice
Traducción
de Antonio Rivero Taravillo y David Cruz Acevedo
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