Al
empezar Una y otra vez parece que estamos ante una de esas ucronías
del tipo “qué pasaría se Hitler hubiera muerto antes de llegar al
poder”, pero enseguida nos damos cuenta de que el propósito de
Kate Atkinson es más intimista, y a la vez quizá más ambicioso.
Porque detrás del lado más llamativo de la novela (una vida que se
trunca y se reinicia repetidamente, a la que el lector vuelve
reiteradamente asistiendo a sus múltiples variantes) hay una
filosofía mucho más profunda, un sentido del destino.
Aunque
el libro se lee con fascinación e incluso ansiedad, en realidad no
se trata de una tarea fácil. Por el contrario, Atkinson demanda toda
la atención del lector. Así, sin en la primera parte este se
entrena en el concepto circular de la historia, como tanteando un
terreno en el que todavía no conoce bien a sus habitantes, en la
segunda parte la autora redobla la apuesta y acelera los viajes en el
tiempo, que van más allá de las continuas reaperturas para ofrecer
varios cambios de escenario sin aparente continuidad en una misma
página.
Pero
la maestría de Atkinson está en que, a cambio de esta atención,
ofrecer un universo de posibilidades, una historia tan bien
construida que recuerda a esas novelas inglesas de principios de
siglo citadas en Una y otra vez (Forster, Conrad), impecablemente
ejecutadas y que avanzan sin que ningún impedimento técnico las
pueda detener. También nos ha recordado a las mejores novelas de
Margaret Atwood, sobre todo en su impudor a la hora de utilizar un
género normalmente considerado como menor y darle categoría de gran
clásico.
A
Atkinson, que se hizo famosa por sus novelas de detectives, desde
luego no le amilana este salto de categorías y demuestra que puede
escribir mejor que cualquiera de esos autores supuestamente más
prestigiosos y ocupados en la “gran literatura”. Lo que nos hace
pensar en Stephen King, ya que Una y otra vez también tiene algunos
puntos en común con 22/11/63. Como en aquella, la resolución es una
sombra inquietante durante toda la narración. ¿Cómo podrá salir
de esta Atkinson? Quizá el destino esté en los otros.
Editorial
Lumen
Traducción
de Patricia Antón
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