Pese a que Marcel Aymé ha
entrado en La Pléiade, con lo que esto supone de ser reconocido como
autor fundamental, en España es poco conocido y apenas editado. Y
sin embargo novelas como La calle sin nombre, escrita en 1930, se
puede leer hoy como un clásico de la literatura social, sin que haya
perdido un ápice de su sabor.
Pese a que en aquella
época Aymé todavía era considerado un escritor de izquierdas (más
tarde escribiría para publicaciones colaboracionistas), en La calle
si nombre sus personajes no son héroes obreros ni ideales de
comportamiento. Al contrario, son mezquinos, cobardes, violentos.
Porque lo que sitúa a Aymé por encima de lo convencional es que
este retrato de la miseria no busca el efecto fácil, sino que es a
través del realismo más incisivo como logra mover a la comprensión.
En ciertos aspectos, la
escritura de Aymé nos recuerda a la del Baroja de La lucha por la
vida. Un espacio agobiante, sucio y destinado a la desaparición.
Unas criaturas desvalidas, machacadas por la vida y cuya única
perspectiva es la locura, la prisión o la muerte. Y todo ello a
través de una escritura febril y que no ahorra ningún detalle
escabroso, sin caer en el sensacionalismo.
La traducción de César
Vallejo no es demasiado precisa, por ser benévolos, pero lo que
pierde en fidelidad, lo gana en expresividad. El aire de la época se
ha mantenido a la perfección, y el estilo descuidado de Vallejo
imprime a la narración de una viveza y una autenticidad que
difícilmente se podría haber conseguido con una versión más
académica.
Editorial
Júcar
Traducción
de César Vallejo
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