Si al empezar una novela
nos encontramos con una rectoría en medio de la campiña inglesa, ya
sabemos que estamos penetrando en un mundo conocido. De una manera
casi igualmente instantánea, al comenzar a leer Un paraíso inalcanzable detectamos que su autor, John Mortimer, pertenece a una
muy noble estirpe de escritores británicos que, por muy peculiares
que sean, siempre tienen un aire de familia.
Estamos hablando de
autores como Evelyn Waugh o Anthony Powell. Aunque en el caso de
Mortimer el círculo social que recrea es menos cosmopolita que el de
estos autores, su estilo elegante, su ironía punzante y sus retrato
implacable de la sociedad británica nos sitúan en un territorio que
ya hemos visitado con asiduidad. Sin ir más lejos, Leslie Titmuss,
el trepa maquiavélico que aparece en esta novela y que protagonizará
otras dos, es un primo hermano del Widmerpool que atraviesa Una
música para la danza del tiempo, de Powell.
La huella de Waugh (no es
de extrañar que Mortimer se ocupara de la extraordinaria adaptación
televisiva de Retorno a Brideshead) también es perceptible en la
estructura narrativa, que encadena presente y pasado con una
naturalidad y una fluidez que hace que los tiempos se confundan. Si a
través de los enredos de sus personajes vemos reflejada la historia
de Inglaterra desde la posguerra hasta los años del thatcherismo,
son en realidad las complejidades de las relaciones sociales y
familiares las que hacen que Un paraíso inalcanzable sigue siendo
interesante hoy en día.
Por eso la trama del
testamento, que estructura la narración y sirve como enganche
dramático, aunque funcione perfectamente a nivel simbólico, tiene
una resolución poco convincente. Quizá en las siguientes novelas de
Titmuss este fleco es resuelto con una mayor habilidad y las cuentas
pendientes quedan realmente resueltas.
Editorial
Libros del Asteroide
Traducción
de Magdalena Palmer
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