Con tan solo cuatro libros
publicados, Philipp Blom es ya uno de los historiadores más
interesantes de la actualidad. Si mientras en Encyclopédie y El
radicalismo olvidado de la Ilustración europea se había ocupado del
Siglo de las Luces, y en Años de vértigo del periodo anterior a la
I Guerra Mundial, en El coleccionista apasionado no se centró en una
época determinada, sino que su estudio abarca al menos desde el
siglo XVI y llega el presente. Como se ve, se trata de un autor con
diversidad de gustos.
Ciertamente Blom tiene
buen ojo para elegir los temas, pero esta cualidad no significaría
nada si no viniera acompañada de una meticulosidad apabullante y de
una soltura para la escritura al alcance de muy pocos profesionales
académicos. Sus libros son profundos y ligeros, detallados y
entretenidos, competentes y accesibles. Si esta combinación entre
rigor y divulgación es extraña, más lo es todavía si tenemos en
cuenta que Blom es alemán.
En El coleccionista
apasionado tenemos una panorámica lo más completa posible de una
disciplina inabarcable por definición. Hay tantos tipos de
coleccionistas como objetos raros puede haber en una colección. La
misma definición de coleccionista y de colección es difícil de
restriñir. Si para algunos se puede tratar de una patología, para
otros será una simple afición sin consecuencias. Pero de Hearst (el
personaje en el que se basó Welles para configurar a Kane) al
coleccionista de tapones de plástico quizá solo haya un matiz de
disponibilidad.
Blom no se detiene en el
repaso a la historia del coleccionismo, ya de por sí repleta de
datos curiosos, personajes memorables y peculiaridades sin fin, sino
que también estudia el sentido mismo de la colección, el sentido
último, podríamos decir, pues al fin y al cabo la colección, más
allá de un intento de expresar poder (tengo lo que nadie más
posee), de dar sentido a lo que no lo tiene (en un desordenado mundo,
mi colección al menos tiene un orden), es también una expresión
del anhelo de permanecer. Un atisbo de inmortalidad.
Editorial
Anagrama
Traducción
de Daniel Najmías
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