lunes, 28 de abril de 2014

A Life, de Elia Kazan


Elia Kazan es considerado el primer director moderno de Broadway. Con sus montajes de Muerte de un viajante o Un tranvía llamado deseo se convirtió no solo en el más exitoso creador del teatro americano de los años 40, sino en un respetado innovador que dio una nueva dimensión y categoría al oficio de director de escena. Y qué decir de su labor cinematográfica. Películas como La ley del silencio o Río Salvaje se han convertido en clásicos imperecederos. Bertrand Tavernier llegó a decir “¿Qué es el cine? (…) El cine es Kazan y Esplendor en la hierba”. Además, Elia Kazan también fue un novelista de considerable éxito en su época y el autor de esta extraordinaria autobiografía.

Y sin embargo, tenemos la impresión de que Kazan no ocupa el lugar que merece en el Olimpo de los grandes artistas. La explicación sería sencilla: su pecado nunca fue perdonado. Porque en la actualidad ya no se le da mucha importancia a los pecados, pero hay uno que sigue siendo transgresor, quizá el único tabú que siga en pie: la traición. Pero eso no es todo. Lo peor es que esa traición fue pública. Todo el mundo, y seguramente más sus mayores acusadores, han cometido vilezas en su vida. Pero ninguna que haya tenido tanta resonancia como la delación de Kazan durante la caza de brujas.

Ciertamente, lo que hizo Kazan es inexcusable, un acto deleznable y merecedor de todas las recriminaciones de las que fue objeto. Pero al estudiar su obra, este aspecto debería quedar a un lado. Sin entrar en cuestiones sobre la responsabilidad moral del artista, ¿quién es el crítico para juzgar al hombre? En A Life Kazan dedica páginas y páginas a explicar su delación. Nunca pide disculpas. Tampoco se justifica. Siente arrepentimiento, pero dice que pronto se le pasó. Hay matizaciones, contextualización, pero Kazan se niega a dar su brazo a torcer: lo que hizo estuvo mal, pero era la menos mala de dos alternativas penosas. Así que no, no se arrepiente.




Pero A Life es mucho más que un libros sobre la culpa o sobre ese momento decisivo. Su extensión, cercana a la de Guerra y paz, da para mucho. Su infancia en una familia de origen griego (griegos de Anatolia, eso sí que marca), su llegada a Estados Unidos, su lucha por conseguir una “posición” en la sociedad, su ingreso en el teatro, su posterior triunfo, su conquista del Oeste, sus numerosas conquistas y su fidelidad a su esposa, sus fracasos, su neurosis, sus desventuras familiares, muchas muertes, mucho amor. Kazan solo quiere un refugio, encontrar un hogar. Pero cuando lo consigue, se da cuenta de que busca otra cosa. Quiere ser el número uno, pero sin hacer concesiones. Conoce sus limitaciones y sus puntos débiles. Pero no cejará en su lucha por imponerse.

El libro es así, una descontrolada sucesión de vivencias, un continuo aparecer de nombres famosos y de otros más personales que desfilan por la atribulada su vida. Kazan no era un escritor profesional, lo que se percibe en la desamañada estructura de estas memorias, pero poco importa: aquí hay pasión, hay sinceridad, hay un empeño casi suicida por dejar las cosas claras. Kazan repite en un par de ocasiones que su modelo es Rousseau. También comenta la advertencia de su secretaria de que se va a quedar sin amigos. Y expresa el temor a que sus hijos se enfaden con él, lo único que realmente le preocupa. Y es que Kazan, tan crítico con los demás, es implacable consigo mismo. El lector saldrá con un conocimiento enriquecedor de un lugar y un tiempo apasionantes, se verá envuelto en un torbellino imparable de emociones y sentimientos contradictorios. Llegará a admirar a Kazan y a comprenderle mejor. Que no le guste el hombre, no es problema de Kazan. A él tampoco le gustas tú.

Editorial Anchor Books
Edición en castellano en Temas de Hoy


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