Debido a su profundidad
filosófica, su oscura visión del mundo y su capacidad para explorar
la psicología de sus personajes hasta llegar a una profundidad nunca
antes alcanzada, los existencialistas tomaron como santo patrón
literario a Dostoyevsky. Sin embargo, puede haber en un cuento de
Chéjov más desesperanza, más absurdo y más desolación que en
toda la obra de Dostoievsky. También depende del día.
Acercarse a los Cuentos
recogidos en esta selección sin aviso puede llevar a una melancolía
de esa que parece que solo se produce en los libros y en forma de
ataques. De hecho, José Muñoz Millanes tuvo la buena idea de dejar
para el final el breve relato El estudiante, el más positivo y
esperanzador de todos. Después de asistir a un desfile de vidas
trágicas, decepciones y sinsentidos, una gota de optimismo no le
viene mal a nadie.
Ya decimos, depende del
día, porque Chéjov es una medicina obligatoria, un escritor al que
revisitar ya sea en sus imperecederos cuentos o en sus magistrales
obras de teatro. Pero, como precisamente se puede ver en muchas de
las adaptaciones que se han hecho de sus dramas, es muy fácil
malinterpretar a Chéjov. Es el artista del aburrimiento, pero eso no
significa que sus textos tengan que ser aburridos. Es el pintor del
vacío existencial, pero eso no conlleva una invitación al dejarse
llevar. Todo lo contrario.
Porque los personajes de
Chéjov son nihilistas. Pero no en el sentido de Dostoievsky o
Turguénev, con esos personajes que tras no creer en nada están
dispuestos a creer en cualquier cosa. Las criaturas de Chéjov se
acomodan en la tristeza, en la dulzura de dejar pasar el tiempo, de
no tomar decisiones. Y en el regodeo de contemplar las oportunidades
perdidas. Solo queda esperar al año que viene. A lo mejor entonces
las cosas cambien.
Editorial
Pre-Textos
Traducción
de Víctor Gallego Ballesteros
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