martes, 15 de abril de 2014

Cuentos, de Antón Chéjov


Debido a su profundidad filosófica, su oscura visión del mundo y su capacidad para explorar la psicología de sus personajes hasta llegar a una profundidad nunca antes alcanzada, los existencialistas tomaron como santo patrón literario a Dostoyevsky. Sin embargo, puede haber en un cuento de Chéjov más desesperanza, más absurdo y más desolación que en toda la obra de Dostoievsky. También depende del día.

Acercarse a los Cuentos recogidos en esta selección sin aviso puede llevar a una melancolía de esa que parece que solo se produce en los libros y en forma de ataques. De hecho, José Muñoz Millanes tuvo la buena idea de dejar para el final el breve relato El estudiante, el más positivo y esperanzador de todos. Después de asistir a un desfile de vidas trágicas, decepciones y sinsentidos, una gota de optimismo no le viene mal a nadie.




Ya decimos, depende del día, porque Chéjov es una medicina obligatoria, un escritor al que revisitar ya sea en sus imperecederos cuentos o en sus magistrales obras de teatro. Pero, como precisamente se puede ver en muchas de las adaptaciones que se han hecho de sus dramas, es muy fácil malinterpretar a Chéjov. Es el artista del aburrimiento, pero eso no significa que sus textos tengan que ser aburridos. Es el pintor del vacío existencial, pero eso no conlleva una invitación al dejarse llevar. Todo lo contrario.

Porque los personajes de Chéjov son nihilistas. Pero no en el sentido de Dostoievsky o Turguénev, con esos personajes que tras no creer en nada están dispuestos a creer en cualquier cosa. Las criaturas de Chéjov se acomodan en la tristeza, en la dulzura de dejar pasar el tiempo, de no tomar decisiones. Y en el regodeo de contemplar las oportunidades perdidas. Solo queda esperar al año que viene. A lo mejor entonces las cosas cambien.

Editorial Pre-Textos
Traducción de Víctor Gallego Ballesteros


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