Hay
muchas razones por las que la lectura de El secreto de Joe Gould es
fascinante, pero quizá lo más llamativo es el contraste entre su
protagonista, ese Joe Gould “más extraño que la ficción” y el
estilo verista y sencillo de Joseph Mitchell. Porque así nos
encontramos con lo mejor de ambos mundos: una vida tan extraordinaria
que es difícil creerse que fuera real y una escritura que no
descuida ningún detalles y a través de la cual el lector puede
asistir al proceso de redacción en directo, como si dijéramos.
Víctima
de una logorrea extenuante (sobre todo para los que le tenían que
escuchar) y de una grafomanía no menos agotadora (y en la que
residía parte del secreto de su historia), Joe Gould era un
excéntrico convertido en loco (de familia adinerada, acabó viviendo
en la calle). Capaz de encandilar con sus historias, no tardaba mucho
en cansar con sus salidas de tono y sus reiteraciones agotadoras. Tan
atrayente como repulsivo, tenía dentro de sí un misterio, una
mentira, a través de la cual había forjado su existencia.
Mitchell
deja claro que a él lo que menos le interesaba era describir la vida
de uno de esos bohemios del Village de los años 30 y 40, tan
glorificados por la novelería, pero que el encontraba especialmente
plastas. A pesar de lo cual, ese ambiente mísero y decadente queda
perfectamente reflejado. Pero lo que atrajo su atención, y le lleva
a arrastrar consigo al lector, fue el empeño de este Joe Gould por
escribir una Historia oral que reflejara su tiempo como ni tan
siquiera los más grandes historiadores habían sido capaces de
lograr.
Como
dice Martin Amis, se trata de un personaje digno de Borges. Pero su
grandeza, sus implicaciones, van más allá de lo literario (del
simbolismo) por el camino del humanismo. Mitchell no tenía especial
simpatía por Gould (sentimiento recíproco), pero supo ver en él el
espíritu de toda una estirpe de artistas cuya obra maestra no está
en sus creaciones, sino en su vida. No es de extrañar que Vila-Matas
también haya sentido devoción por este libro.
Editorial
Anagrama
Traducción
de Marcelo Cohen
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