martes, 2 de diciembre de 2014

Diario del año de la peste, de Daniel Defoe


El hecho de que Diario del año de la peste mantenga su popularidad casi 300 años después de su publicación se debe a la multitud de lecturas diferentes que contiene. En una época en la que el concepto de novela todavía no estaba del todo definido, Daniel Defoe se adelantó a muchos experimentos posteriores y legó una obra que es muchos libros en uno.

Como dice Anthony Burgess en su magnífico prólogo, este Diario se puede leer como un libro de historia. Cierto que Defoe lo escribió más de 50 años después de que la plaga diezmara Londres, por lo que su conocimiento de primera mano era escaso, y que se ocultó detrás de unas misteriosas iniciales para narrar lo sucedido, pero la impresión que tiene el lector no es la de estar ante una invención. La abundancia de datos, los testimonios registrados y un sentimiento que no se puede falsear atestiguan su veracidad.




Pero el libro también se puede leer como un estudio sociológico. Las diferentes reacciones de la gente ante la propagación de la peste, que, como se suele decir, sacó lo mejor y lo peor del ser humano, las relaciones de clase, el refugio en la religión, la extensión de las supersticiones o las maneras de sobrevivir configuran un panorama completo de la sociedad inglesa del siglo XVII que no sería muy difícil trasladar a la actualidad.

Aunque, como también señala Burgess, el Diario de Defoe se diferencia de La peste de Camus en que no se trata de una alegoría. Aquí todo lo que se cuenta es real, con una escrupulosidad admirable. Como todo libro que ha sobrevivido al paso del tiempo, este está escrito con llaneza, sin más pretensiones que contar una buena historia de manera accesible. Y puede que el estilo de Defoe sea algo farragoso y que la parte final caiga en redundancias, pero su viveza permanece.

Editorial Alba
Traducción de Carlos Pujol

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