lunes, 29 de diciembre de 2014

Historia de dos ciudades, de Charles Dickens


Quizá Historia de dos ciudades no esté entre los libros más valorados de Charles Dickens, pero seguramente esta posición relegada no tiene unos motivos estrictamente literarios, sino que se debe a que no parece “un libro de Dickens”. Porque en él encontramos la maestría narrativa del autor y su habilidad para crear personajes memorables, pero al ser una novela histórica no comparte la inmediatez urgente que hace sus novelas tan verdaderas y emocionantes. Pues, cuando se habla del realismo de Dickens no se trata tanto de un cierto costumbrismo apegado a la cotidianidad como de su capacidad para reflejar a través de la literatura la vida misma.

En el caso de Historia de dos ciudades lo más extraordinario es la capacidad de Dickens para retratar los sentimientos más exaltados a través de la contención. A lo largo de sus páginas asistimos a una historia de amor exacerbada, a varias redenciones personales de implicaciones casi místicas, a la expresión desaforada de ansias que van desde la venganza hasta el sacrificio, pero en todo momento Dickens sabe mantener las distancias. Sin caer en el melodrama ni jugar con el lector, presenta todos estos conflictos, y muchos más, de manera apasionada, pero sin excesos sentimentales.




También es habitual acusar a Dickens de maniqueísmo en su pequeña historia de la Revolución francesa, como si hubiera presentado a los ingleses como seres perfectos y a los franceses como un hatajo de fanáticos. Pero tal acusación solo puede venir de alguien que no haya leído el libro. La sociedad inglesa que dibuja Dickens dista mucho de ser idílica, mientras que si bien se muestra muy distante de la furia criminal de los exaltados revolucionarios, no deja de comprender sus motivos y de avisar de que la injusticia prolongada lleva irremediablemente a una contestación a la altura de las injurias sufridas.

Pero, más allá de las consideraciones sociales o históricas, donde destaca Dickens es cuando se centra en sus personajes, esos seres de carne y hueso envueltos en acontecimientos históricos que los superan. Aquí nos encontramos con la genialidad del autor para componer caracteres complejos, a veces contradictorios, a veces simbólicos en su pureza. Los buenos siempre tienen un pasado del que escapar, mientras que los malos actúan movidos por razones comprensibles. Y siempre hay una evolución, una confrontación que hace que cada uno tenga que asumir su propio destino.

Editorial Alba
Traducción A. de la Pedraza

No hay comentarios:

Publicar un comentario