Aunque
nunca lo admitirían, la mayoría de los historiadores tienen una
concepción determinista de su disciplina. Así, a la hora de
estudiar el pasado de una nación no pueden abstraerse de lo que se
percibe como la culminación de un largo proceso histórico, y
sucesos a menudo fortuitos son interpretados como ineluctables. Sin
ir más lejos, España pudo haber desaparecido en un momento de
máxima debilidad como el que sufrió en el siglo XIX, pero nadie
estuvo demasiado interesado en que así sucediera.
Norman Davies trata en Reinos desaparecidos esos países que, tras una
existencia más o menos gloriosa, sí que sucumbieron al paso del
tiempo. Ya fuera por motivos externos o internos, reinos que parecían
inmarcesibles acabaron esfumándose. Y es que, si Esparta y Roma
sucumbieron, ¿quién puede sentirse a salvo? Pero la visión de
Davies no es dramática, son cosas que pasan. Desde su perspectiva,
la desaparición del Reino Unido tal y como hoy lo conocemos, además
de inevitable, no tiene nada de trágico.
Pero
es que Davies es un historiador fuera de lo común. Con una formación
universal, abomina de la superespecialización que ha acabado
convirtiendo la Historia en un reino de taifas en el que hay expertos
para todo, pero pocos maestros con un conocimiento lo suficientemente
amplio para proporcionar una visión general. Reinos desaparecidos
abarca nada menos que 2000 años de la historia de Europa, y además
se ocupa de lugares y periodos olvidados no ya por el aficionado
común, sino por la Historia oficial.
Davies
puede centrarse tanto en gigantes decadentes, caso del imperio
bizantino, o de lo que se podría ver como excentricidades
históricas, ejemplificadas en la república de Rutenia, que duro un
solo día. Su estudio atiende tanto a una visión holística como a
la narración más anecdótica. Sus conocimientos parecen no tener
fin, y es capaz de deslumbrar al lector tanto describiendo el proceso
por el que caen los grandes imperios como reproduciendo chistes muy
reveladores de una determinada sociedad.
Puede
haber lectores que se enojen al comprobar la magnitud de su
desconocimiento (¿cómo es posible que ni tan siquiera hubiera oído
hablar de la Etruria napoleónica?), pero sin duda lo más
beneficioso es disfrutar de este reguero de historias, no tan solo
por lo que tienen de referentes, sino por el más puro sentido del
placer. No hace falta buscar en los reinos de la imaginación para
encontrar historias fascinantes e imposibles.
Editorial
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores
Traducción
de Joan Fontcuberta y Joan Ferrarons
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