Tener
una idea, incluso una buena idea, para escribir un cuento es
relativamente fácil. Muchas veces ni tan siquiera se necesita
imaginación, con la experiencia basta. Lo complicado llega a la hora
de desarrollar esa idea y de encontrar un final adecuado. Por eso
muchos autores, justificándose en la estructura del cuento moderno
que viene al menos desde Hemingway, aprovechan para hacer pasar por
ambigüedad y finales abiertos lo que no es más que falta de
inventiva. Una cosa es pedir la colaboración del lector y otra muy
distinta exigirle todo el trabajo.
En
este contexto descuella un autor como Tobias Wolff, quien junto a
otros autores como Alice Munro demuestra que la más alta calidad
literaria se puede alcanzar en el texto corto. Wolff es capaz de
aunar el sentido del mejor relato clásico con la libertad del cuento
moderno. De hecho, aparte de por algunas alusiones circunstanciales,
sus relatos son atemporales, y en un libro como Aquí empieza nuestra historia, una recopilación de algunos de sus mejores cuentos, en
muchas ocasiones el lector es incapaz de saber en qué época se
desarrolla la historia.
Desde
luego Wolff no es un autor “social”, aunque en algunos de sus
cuentos, sobre todo en los más recientes, se manifieste, siempre de
una manera muy sutil, la preocupación por determinados temas
actuales. Tampoco se le podría considerar como uno de tantos autores
norteamericanos que dedican su escritura a la terapia familiar. Por
descontado, no se trata de un autor de género. Sí que se encuentran
algunos temas reiterados (el ejército, la pérdida), pero el único
tema aglutinador en toda su obra es el de la culpa, siempre vista
como un asunto privado, no un concepto absoluto.
En
Aquí empieza nuestra historia el lector se encuentra con un
esplendor continuado en el que sería difícil encontrar títulos
sobresalientes, y todavía más cuentos superfluos. Ya sea en
historias más complejas o en fogonazos concentrados, Wolff da
muestras de una escritura concisa, sabia y tranquila, siempre con el
foco en el ser humano. Wolff no es algo tan limitado como un escritor
para escritores, pero cualquiera que quiera aprender el oficio
debería pasar por su estilo depurado para saber cómo llegar a la
esencia sin desprenderse del espíritu.
Editorial
Alfaguara
Traducción
de Mariano Antolín Rato
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