De
las muchas preguntas que abundan en De animales a dioses Yuval Harari
plantea una que no por reiterada ha alcanzado una explicación
satisfactoria: ¿para que sirve el estudio de la historia? De inicio,
hay que dejar claro para qué no sirve: para predecir el futuro. Por
mucho que algunas teorías se empeñen en demostrar que a través del
análisis de supuestas corrientes históricas o del cálculo de datos
entrecruzados se podrán sacar conclusiones que puedan ayudar a saber
qué va a suceder, un superficial repaso a esa misma historia nos
demostrará que la capacidad de previsión de los historiadores es
más o menos equivalente a la de los economistas.
Pero
lo que sí permite conocer la historia, nos dice Harari, es hacernos
saber que las cosas podrían haber sucedido de una manera muy
diferente, que no hay hechos fijos ni un destino del que no se pueda
escapar. Múltiples factores (que a veces toman la forma del azar)
contribuyen a que el ser humano haya evolucionado de una determinada
manera, pero lo cierto es que nada estaba escrito. En este aspecto,
como en muchos otros, Harari bordea el relativismo, ese pecado
supremo contra el que lucha la ciencia. Pero lo que plantea el autor
es más bien un acercamiento modesto, la aceptación de que no
podemos comprenderlo todo y que las explicaciones absolutistas suelen
ser tan rotundas como, a poco que se indague en ellas, endebles.
Sin
duda un libro cuyo subtítulo es Breve historia de la humanidad no se
anda con complejos, pero Harari demuestra estar a la altura.
Obviamente su repaso a estos últimos 2,5 millones de años no puede
ser detallado, pero el autor tiene un esquema claro y su concisión
puede dejar espacios para la especulación, pero es claro y directo.
Para Harari la historia del ser humano ha experimentado tres grandes
saltos: la revolución cognitiva, la revolución agrícola y la
revolución industrial. Lo novedoso en el libro es que Harari hace
unas interpretaciones muy particulares de estos cambios, siempre
planteando las cuestiones más relevantes.
En
realidad la visión de Harari, especialmente en la primera parte,
está más cerca de la de un etólogo que de la de un antropólogo o
un historiador. Su acercamiento a la historia del hombre es la que se
podría esperar de un estudioso del comportamiento de los animales,
curioso por la evolución y la extraña forma de comportarse de este
primate que parecía destinado a ocupar un lugar intermedio en la
cadena alimenticia, pero que logro convertirse en el dominador del
mundo gracias a la revolución cognitiva, la cual le permitió
desarrollar el pensamiento abstracto y la conciencia grupal, lo que
le dio una ventaja inalcanzable para el resto de las especies.
El
aspecto más renovador de la teoría de Harari sobre la revolución
agrícola es que para él supuso un enorme paso atrás, “el mayor
fraude de la historia” en sus palabras, respecto al estilo de vida
de los cazadores-recolectores. Y no es que Harari sea una de esas
personas que reivindican la vida libre del buen salvaje. Al
contrario, es muy consciente de sus deficiencias y peligros, pero al
analizar las nuevas condiciones de vida que empezó a sufrir el
agricultor se da cuenta de que los beneficios obtenidos pesaban en la
balanza mucho menos que los privilegios perdidos.
¿Habrá
pasado lo mismo con el paso dado por la humanidad con la revolución
industrial? El esquema mental que nos ha sido inculcado y la
propaganda continua nos hace difícil incluso tomar la perspectiva suficiente para comprender tal idea, pero Harari tiene claro que muchos de los avances que nos
son vendidos en realidad tienen una contrapartida difícil de
sobrellevar. Sin dogmas ni catecismos, Hariri plantea al lector
cuestiones en las que quizá preferiría no detenerse, pero que cada
vez se harán más acuciantes y que en realidad culminan el largo
camino de la humanidad: ¿qué es hoy un ser humano?
Editorial
Debate
Traducción
de Joandomènec Ros
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