En
apariencia el argumento de Berlín Vintage podría parecer el de
cualquier bestseller cosmopolita actual: un cuadro perdido, una
investigación que llevará al protagonista por toda Europa,
personajes misteriosos y claves ocultas a la espera de ser
descifradas. Pero en realidad el libro de Óscar M. Prieto es el
antibestseller por excelencia: en lugar de acumular espectacularidad
y efervescencia, el autor prefiere los momentos muertos, situar la
médula de la narración en las escenas en las que no sucede nada,
dejarse llevar por la reflexión antes que por acción.
Aldous,
el esquivo protagonista de la novela, tiene un objetivo tan claro
como difusa es su realización: ver todos los cuadros que se
conservan de Caravaggio. Y una misión para la que se mezclará con
personajes aún más elusivos que él: dar con una obra maestra del
pintor italiano que desde finales de la Segunda Guerra Mundial se ha
dado por pérdida. Casi dejándose llevar, viviendo experiencias que
parecen sacadas de una novela de la Guerra Fría como sin darse
cuenta, Aldous completará su tarea de la manera más anticlimática
que se pueda imaginar: con total naturalidad.
Los
viajes de Aldous son más bien paseos, visitas a ciudades históricas
por las que deambula siempre abierto a la sorpresa, en las que se
sienta en terrazas o parques donde se sumerge en sus propios
pensamientos cerrados y obsesivos, entre los que se encuentran una
historia de amor apenas intuida y un proteico personaje que no sabe
si le sigue o es seguido por él. Pero además de por Caravaggio,
Aldous siente pasión por la Historia y la etimología, y cualquier
encuentro inesperado, el detalle más nimio, que pasaría
desapercibido a cualquier persona menos atenta, despierta en él una
erudición que convierte Berlín Vintage en una historia de
historias.
Aunque
también es cierto que este afán meticuloso de Aldous, sobre todo al
principio de la novela, no le pone las cosas fáciles al lector. Hay
en Aldous algo de ese estilo pedantesco tipo Javier Marías que no lo
hace nada simpático (por cierto, también tiene una sintaxis muy
particular. Elegido al azar: “Cuarenta minutos todavía, de
espera”). Pero este ensimismamiento da paso a la curiosidad, a la
necesidad de saber más, de continuar el camino. Cuando parezca que
la meta ya se ha alcanzado, Aldous se dará cuenta de que su barco
acaba de partir.
Editorial
Tropo
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